La Prueba del Coraje

Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de un frondoso bosque, un niño llamado Tomás. Tomás era curioso y aventurero, siempre buscando nuevas emociones en cada rincón del bosque que tanto amaba.

Un día, mientras exploraba una parte desconocida del bosque, tropezó con una extraña cueva escondida entre los árboles. Sin pensarlo dos veces, decidió adentrarse en ella. Al internarse en la cueva, Tomás sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

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La oscuridad lo envolvía todo y el aire se volvía más denso a cada paso que daba. De repente, sin previo aviso, el suelo se abrió bajo sus pies y cayó por un túnel interminable hasta llegar a un lugar completamente distinto: el infierno.

Tomás se encontró en medio de un paisaje desolador y tétrico. Llamas ardientes danzaban a su alrededor y criaturas horripilantes lo observaban con ojos hambrientos.

Asustado pero decidido a encontrar la salida, comenzó a caminar por aquel inhóspito lugar. Pronto se dio cuenta de que para regresar a casa debía superar una serie de pruebas mortales que le impedían avanzar. La primera prueba consistía en cruzar un río de lava hirviente sin quemarse los pies.

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Con valentía y astucia, Tomás logró sortear el obstáculo utilizando unas ramas como improvisadas zancos. La segunda prueba fue enfrentarse a un gigante de tres cabezas que custodiaba la única puerta de salida del infierno.

El gigante retó a Tomás a resolver un acertijo imposible: "¿Qué es aquello que cuanto más crece más pequeño se vuelve?". Tras meditar unos instantes, Tomás respondió con seguridad: "¡Es la llama de una vela!".

Impresionado por la inteligencia del niño, el gigante le permitió pasar. Finalmente, después de superar todas las pruebas con ingenio y coraje, Tomás alcanzó la salida del infierno y emergió triunfante de vuelta en el bosque donde había comenzado su aventura.

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Al regresar al pueblo, todos quedaron sorprendidos al verlo sano y salvo después de haber estado desaparecido durante varios días. Tomás les contó su increíble odisea en el infierno y cómo había logrado superar todas las pruebas gracias a su valentía y determinación.

Desde ese día, Tomás se convirtió en una leyenda viviente en el pueblo. Los niños lo admiraban por su valentía y los adultos aprendieron que no hay desafío imposible si se enfrenta con coraje y sabiduría.

Y así, entre risas y aplausos, Tomás comprendió que la verdadera magia estaba dentro de él todo este tiempo; solo necesitaba creer en sí mismo para alcanzar cualquier meta que se propusiera. Y colorín colorado este cuento ha terminado...

¡por ahora!

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