La Puchaina Perreadora y el Gran Baile de Primavera



En un colorido y alegre pueblo llamado Animápolis, vivía una pequeña puchaina llamada Puchi. Su nombre venía de su gran habilidad para perrear, porque desde que era muy chiquita, a Puchi le encantaba bailar. No había fiesta en la que ella no estuviera, moviendo sus patas al ritmo de la música y haciendo reír a todos los que la rodeaban.

Un día, en la plaza del pueblo, se anunció el Gran Baile de Primavera. Todos los animales estaban muy emocionados, incluso los más tímidos que normalmente no se atrevían a bailar.

-Puchi, ¡vamos a participar! -dijo su amigo el ratón Rati, que era muy bueno haciendo piruetas. Pero Puchi, al ver que la mayoría de los animales de su alrededor eran más grandes o brillantes, sintió un cosquilleo de inseguridad en su pancita.

-No sé si estoy lista, Rati. Podría salir mal. -contestó Puchi.

-¡No te preocupes! -dijo Rati mientras su colita se movía de un lado a otro-. Si ensayamos y nos divertimos, estamos seguros de que lo haremos bien.

Así que los dos amigos decidieron entrenar juntos. Cada tarde, después de sus deberes, se reunían en un rincón del parque y practicaban pasos de baile. El loro Lolo, que era el mejor en imitar, se unió y les enseñó algunos trucos.

-Puchi, ¡mira cómo hago el Twist! -exclamaba Lolo mientras giraba en el aire tan rápido como podía.

-¡Eso es genial! -gritó Rati mientras saltaba e intentaba imitarlo.

Pero un día, mientras ensayaban, una sombra oscura se posó sobre ellos. Era el tigre Tigrón, conocido por ser muy estricto y serio.

-¿Bailar? Eso es para los débiles. -rugió Tigrón, haciendo temblar el suelo.

Puchi se encogió.

-Quizás... quizás no debamos participar. -murmuró.

-¡No! -dijo Rati-. No dejemos que Tigrón nos detenga. Debemos ser valientes y hacer lo que nos gusta.

Puchi miró a sus amigos, decidiendo que no permitiría que nadie la desanimara. Así, continuaron ensayando, se hacían reír entre todos hasta que la noche del baile se acercó.

El día del Gran Baile de Primavera, la plaza se llenó de luces y colores. Animales de todo tipo se congregaron con sus mejores movimientos listos para mostrar lo que llevaban dentro. Puchi sentía mariposas en su pancita, pero también entusiasmo.

-Todo listo, ¡a brillar! -les gritó Lolo.

Cuando llegó su turno, Puchi, Rati, y Lolo se colocaron en el escenario. Con cada paso, los temores de Puchi se desvanecían y lo que comenzó como un pequeño baile se transformó en una impresionante coreografía llena de risas y alegría.

En medio de su actuación, Puchi se dio cuenta de que estaba disfrutando más que nunca. Se movía con el ritmo, y su corazón latía con fuerza. Cuando terminaron, no solo lograron una ovación de quienes los miraban, sino que también vieron cómo muchos otros animales se animaron a bailar con ellos.

Tigrón observaba desde atrás y, después de un momento de reflexión, se acercó.

-Felicidades. Ustedes tienen valor. Quizás me perdí de algo divertido. ¡Quiero unirme!

Y así, la Puchaina Perreadora se volvió amiga del tigre, y juntos invitaron a todos los animales a disfrutar del baile sin prejuicios ni miedos. Desde entonces, el Gran Baile de Primavera se volvió una tradición en Animápolis, donde todos los animales, sin importar su tamaño o pinta, podían brillar y disfrutar al ritmo de la música.

-Recuerda Puchi -dijo Rati mientras se iban a casa-, lo importante es divertirnos y ser nosotros mismos.

-¡Sí! -respondió Puchi con una sonrisa-. Nunca dejaré que el miedo me detenga otra vez. ¡A bailar siempre!

Y así, Puchi y sus amigos aprendieron que con valentía, apoyo y mucha alegría, podían hacer cualquier cosa. Y así, en Animápolis, siempre había música y baile para todos.

FIN.

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