La Puerta a lo Desconocido



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Laguna Verde, un grupo de científicos que soñaba con hacer un experimento extraordinario. Querían descubrir nuevas energías a través de la ciencia y, sin querer, abrieron una grieta que unía su mundo con un lugar oscuro y misterioso. De esa grieta comenzaron a salir criaturas extrañas: duendes traviesos, dragones coloridos y sombras que susurraban dudas a la gente.

Al principio, la gente del pueblo se asustó. Los duendes comenzaron a hacer travesuras: les escondían las cosas y hacían que las luces parpadeen.

"¡Ay no! Hoy perdí mis llaves otra vez!" - se quejaba la señora Rosa, la panadera.

"¡¿Quién se las llevó? !"

"Debe haber sido uno de esos duendes, lo tengo claro!" - decía Javier, el cartero.

Mientras tanto, algunos habitantes del pueblo comenzaron a sentirse más enojados y a dejar salir lo peor de su ser.

"Si seguimos así, ¡me voy a ir lejos de aquí!" - gritaba el señor Juan, el mecánico, mientras golpeaba la mesa.

Pero, dentro de este caos, había un grupo de niños encabezados por la valiente Lina y su mejor amigo Tomás. Ellos decidieron que, en vez de temer a las criaturas, intentarían hacer amistades. Así que un día, se armaron de valor y fueron a donde estaba la grieta.

"¡Hola!" - gritó Lina hacia la grieta. "¡¿Hay alguien ahí? !"

"Soy yo, Ledro. Un duende amistoso" - salió un pequeño duende de la grieta, que tenía una gran sonrisa. "No venimos a causar problemas, solo queremos jugar y divertirnos!"

Lina y Tomás se miraron y sonrieron. Era la oportunidad que estaban esperando.

"¿Querés jugar con nosotros?" - preguntó Tomás emocionado.

"¡Claro!" - respondió Ledro mientras saltaban alrededor de ellos.

Poco a poco, más niños del pueblo se unieron. Luego de varios juegos y carcajadas, los duendes con su magia comenzaron a hacer bellas flores de colores, y los dragones pintaron el cielo de arcoíris. La alegría comenzó a superar el miedo.

Mientras tanto, los adultos, al ver la diversión de los niños y las criaturas, empezaron a unirse también.

"¿Por qué estamos enojados? Estas criaturas son divertidas y no nos hacen daño" - dijo la señora Rosa, fascinada.

"¡Sí! ¡Es hora de unirnos y celebrar juntos!" - exclamó Javier.

Así, el pueblo se llenó de felicidad. Todos comenzaron a aprender a convivir con las criaturas, entendiendo que lo desconocido no siempre es algo terrible. Las risas y la buena onda fueron compartidas, y la grieta se convirtió en un lugar de unión y amistad.

Finalmente, las criaturas decidieron quedarse en Laguna Verde, y juntos organizaron fiestas y celebraciones llenas de alegría, donde, por fin, los adultos dejaron de lado sus enojos y se unieron con los niños y las criaturas, creando un lugar donde todos podían ser amigos. La bondad y la risa reinaron en el pueblo, y el miedo se convirtió en magia.

"¡Realmente podemos ser amigos!" - dijo Lina

"¡Sí! Solo necesitamos un poco de valentía para abrir nuestras puertas!" - concluyó Tomás.

Y así, Laguna Verde se convirtió en un lugar donde la amistad, la ciencia y la magia convivían en armonía. Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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