La Puerta Blanca



Eran las ocho de la mañana cuando el papá de Tomás salió de casa, como siempre, repitiendo el mismo consejo que daba todas las mañanas.

"Tomás, tené cuidado, ¡tenés prohibido entrar a mi oficina!"

Tomás, con su curiosidad a flor de piel, miró hacia la puerta blanca que había al final del pasillo. Nunca había visto lo que había más allá de esa puerta, y esa mañana decidió que era el momento de descubrirlo.

Con pasos sigilosos, se acercó a la puerta. Tenía un gran candado, pero Tomás no se desanimó. Se acordó de la técnica que había aprendido de su amigo Lucas, el maestro de las manualidades. Con un poco de ingenio y una probeta de palitos de helado, enfrentó el primer obstáculo: el candado.

- ¡Ah, esto sí que será interesante! - murmuró Tomás mientras intentaba abrirlo.

Después de varios intentos, al final, la puerta se abrió con un crujido que le hizo sentir un escalofrío de emoción.

Al entrar a la oficina, se dio cuenta de que no era como él lo había imaginado. Había un escritorio gigante lleno de papeles, cajas, y un montón de libros apilados. No obstante, lo que más le llamó la atención fue un enorme mapa del mundo que estaba colgado en la pared.

- ¡Guau! - exclamó Tomás - ¡qué lugar tan increíble!

Se acercó al mapa y vio que había puntos marcados con chinches rojas.

- ¿Qué será todo esto? - pensó en voz alta.

En ese momento, un ruido le hizo girar la cabeza. Era el gato de la familia, Pelusa, que había entrado en la oficina detrás de él.

- ¡Pelusa! ¡No te asustes! ¡Estamos en una aventura!

Decidido a descubrir el misterio del mapa, Tomás comenzó a examinarlo más de cerca. Se dio cuenta de que cada chinche representaba un lugar donde su papá había viajado por trabajo.

- ¡Mirá, Pelusa! - dijo Tomás señalando un chinche en América del Sur - ¡este debe ser el lugar donde papá fue a entregar un proyecto importante!

Mientras miraba el mapa, se topó con un libro que parecía muy antiguo.

"Las Aventura del Explorador Javi" - leía en voz alta - ¡debe ser una historia sobre un viajero!

Sin pensarlo dos veces, abrió el libro y empezó a leerlo. Era la historia de un niño que viajaba por el mundo con su mejor amigo, ayudando a las personas y aprendiendo sobre diferentes culturas.

- ¡Esto tiene que ver con lo que hace papá! - pensó Tomás emocionado.

Y así, comenzó a trazar un plan.

- Si puedo conseguir que papá me lleve a uno de esos lugares algún día, ¡podría ser un aventurero como Javi! - exclamó lleno de entusiasmo.

Al finalizar el libro, se dio cuenta de que su papá no solo trabajaba, sino que ayudaba a muchas personas en su camino.

De repente, escuchó pasos en el pasillo. ¡Era su papá que volvía!

- Tomás, ¿estás en mi oficina? - preguntó con sorpresa al ver a su hijo en el interior.

Tomás se sintió un poco nervioso, pero luego recordó la historia de Javi.

- Papá, leí tu libro y vi el mapa. ¿Podrías llevarme a conocer esos lugares algún día?

Su papá sonrió y se agachó a su altura.

- Claro, Tomás. Pero necesitaré que aprendas muchas cosas primero. ¡Trabajar en equipo es muy importante y yo siempre estaré aquí para enseñarte!

Tomás, al escuchar eso, se sintió muy emocionado.

- ¡Esto es como una gran aventura, papá!

Y así, a partir de ese día, Tomás se propuso aprender y trabajar en equipo para ser un valiente aventurero.

Que si bien había comenzado con un pequeño acto de curiosidad, le llevó a entender el valor de compartir y de aprender cosas nuevas.

La puerta blanca seguía cerrada, pero no importaba, porque ahora tenía un nuevo brillo de aventura en su imaginación y una nueva misión en su corazón.

Para Tomás, el verdadero viaje comenzaba con el aprendizaje y la curiosidad.

Fin.

FIN.

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