La Puerta Dorada del Jardín
Era un día soleado en el Jardín de Infantes "Los Arcoíris". Los niños jugaban en el patio, riendo y correteando por las baldosas blancas y negras que formaban un extraño patrón en el suelo. De repente, mientras jugaban a atrapar, un grupo de amigos se encontró con una puerta dorada, brillante como el sol.
"¿Qué será eso?" - preguntó Sofi, la más curiosa de todos.
"No lo sé, pero parece mágica" - respondió Leo, mirando con ojos grandes.
"Deberíamos abrirla" - sugirió Tomi, siempre dispuesto a la aventura.
"Pero, ¿y si hay algo peligroso adentro?" - dijo Ana, con un poco de miedo.
Aunque Ana no estaba tan segura, la curiosidad de los demás era contagiosa. Así que, con un poco de miedo, Sofi puso su mano sobre el pomo de la puerta dorada. Al girarlo, escucharon un sonido suave, como el canto de los pájaros. La puerta se abrió lentamente, revelando un mundo brillante lleno de colores.
Al atravesar la puerta, los niños encontraron un hermoso jardín lleno de flores que nunca habían visto. Había mariposas que brillaban como diamantes, árboles que hablaban y un arroyo que susurraba historias.
"¡Miren esos árboles!" - exclamó Leo.
"¿De verdad pueden hablar?" - preguntó Ana, asombrada.
Un árbol anciano, con ramas largas y sabias, se acercó.
"¡Bienvenidos, pequeños! Soy Don Roble. Ustedes han encontrado la puerta dorada, un portal a nuestro mundo mágico. ¿Quieren ayudarnos?"
Los niños se miraron con emoción.
"¡Sí!" - respondieron al unísono.
Don Roble les explicó que su mundo estaba en problemas. Una sombra oscura, llamada la Niebla Gris, estaba tratando de robar todos los colores y la alegría. Para detenerla, los niños debían recopilar tres objetos mágicos: una pluma de arcoíris, una piedra del brillo eterno y una gota de luz del sol.
"Primero, debemos encontrar la pluma de arcoíris" - dijo Sofi, decidida.
Juntos, se adentraron en un prado lleno de flores de colores. Al llegar al Lago Arcoíris, se dieron cuenta de que sólo podían obtener la pluma si compartían una historia divertida entre ellos.
"¿Se acuerdan de la vez que Leo se cayó en el barro? ¡Fue gracioso!" - dijo Ana, riéndose.
"Eso no fue nada comparado con cuando Sofi intentó hacer un salto y terminó aterrizando en la pileta" - se rió Tomi.
Cada risa y cada historia divertida atrajo a un pájaro arcoíris que dejó caer una pluma brillante.
"¡Lo logramos!" - gritaron felices.
Luego, se dirigieron a la Montaña Brillante, donde se encontraba la piedra. Allí les informó un zorro sabio que debían resolver un acertijo.
"Si pueden resolver mi enigma, la piedra será suya" - dijo el zorro.
Después de varios intentos, Leo recordó que el sol siempre brilla, aunque a veces las nubes lo cubran. "El brillo está dentro de nosotros, nunca se apaga" - dijo con confianza.
El zorro sonrió y les entregó la piedra del brillo eterno.
"Ahora sólo falta la gota de luz del sol" - dijo Ana, emocionada.
Para conseguirla, tuvieron que subir al Árbol Espejo, que reflejaba la luz del sol. Al llegar, se dieron cuenta de que debían ser muy valientes y cruzar una cuerda floja entre las ramas. Aunque al principio dudaron, recordaron todo lo que habían logrado juntos y se animaron.
"¡Yo puedo!" - exclamó Sofi, mostrando determinación.
Cada niño cruzó con ayuda y al final se sintieron muy orgullosos. Al llegar al final, el sol brilló intensamente, creando una gota dorada que cayó justo en sus manos.
"¡Lo logramos!" - gritaron, celebrando su éxito.
Con los tres objetos mágicos en sus manos, regresaron al jardín de Don Roble. Al verlos, el árbol sonrió y los guió hacia un claro donde la Niebla Gris se encontraba.
"Con cada objeto crearé un rayo de luz que ahuyentará a la Niebla" - les dijo. Juntos, hicieron un círculo, uniendo la pluma, la piedra y la gota en el centro. Un rayo de luz brillante salió disparado, ahuyentando a la Niebla Gris.
"¡Lo logramos!" - gritaron emocionados.
El mundo comenzó a cobrar vida de nuevo. Los colores resplandecían, las flores brillaban y los árboles cantaban en agradecimiento.
"Gracias, niños. Siempre recuerden que la amistad y el trabajo en equipo pueden vencer cualquier sombra. Ustedes son verdaderos héroes" - dijo Don Roble, con una sonrisa.
Al despedirse, los niños regresaron a través de la puerta dorada, con una nueva lección en su corazón: juntos, podían lograr cualquier cosa. Aquella mágica aventura los unió más que nunca y les enseñó el valor de la amistad, la valentía y la alegría.
"¿Volveremos a encontrar la puerta dorada?" - preguntó Ana, esperanzada.
"¡Seguro que sí!" - dijo Sofi, sonriendo.
Y así, cada vez que miraban hacia el piso de baldosas blancas y negras, recordaban su increíble aventura en el mundo mágico más allá de la puerta dorada.
FIN.