La puerta encantada



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Encantoluna, donde la magia y las hadas eran parte de la vida cotidiana.

En medio del bosque encantado, se encontraba una misteriosa puerta mágica que solo se abría cuando alguien necesitaba ayuda. Un día, en el tranquilo pueblo, dos amigos muy curiosos llamados Luna y Martín escucharon hablar sobre esta puerta y decidieron aventurarse a encontrarla.

Con sus mochilas llenas de valor y una enorme dosis de curiosidad, comenzaron su búsqueda. Después de caminar durante horas por el frondoso bosque, finalmente llegaron al lugar donde la leyenda decía que se encontraba la puerta mágica.

Para su sorpresa, allí estaba frente a ellos: una hermosa puerta adornada con flores brillantes y destellos dorados. Luna y Martín intercambiaron miradas emocionadas antes de empujar la puerta para abrirla. Al hacerlo, fueron transportados a un mundo completamente nuevo lleno de criaturas fantásticas y paisajes asombrosos.

En ese momento, apareció ante ellos una diminuta hada llamada Aurora. Con su voz melodiosa les dijo: "Bienvenidos a mi reino encantado.

¿En qué puedo ayudarles?"Luna y Martín le contaron sobre los problemas que había en su pueblo: peleas constantes entre los vecinos por tonterías sin importancia. Querían encontrar una solución pacífica para detener estas disputas sin sentido. Aurora sonrió amablemente y les dijo que tenía una idea maravillosa para ayudarlos.

Los llevó a un prado lleno de flores multicolores y les pidió que recolectaran polvo mágico de cada una. Luego, Aurora les explicó cómo usar ese polvo para esparcirlo por todo el pueblo, mientras decían en voz alta: "Paz y armonía para todos".

Con esa fórmula mágica, las peleas se detendrían y la tranquilidad volvería a reinar en Encantoluna. Emocionados con esta solución pacífica, Luna y Martín regresaron al pueblo e hicieron exactamente lo que Aurora les había indicado.

Esparcieron el polvo mágico por todas partes mientras repetían las palabras mágicas. Al instante, los vecinos comenzaron a sentir una extraña calma dentro de ellos. Las disputas se desvanecieron como si nunca hubieran existido.

La magia del polvo hizo que todos recordaran la importancia de ser amables y respetuosos unos con otros. Desde aquel día, Encantoluna se convirtió en un lugar donde prevalecía la paz y la armonía. Los vecinos aprendieron a resolver sus diferencias hablando y escuchándose mutuamente.

Luna y Martín siempre recordarán su increíble aventura en busca de la puerta mágica. Aprendieron que no siempre hay que luchar para encontrar soluciones; a veces solo necesitamos abrir nuestras mentes y corazones para descubrir nuevas formas de resolver problemas.

Y así, gracias a un poco de magia, valentía y amistad, Encantoluna vivió felizmente bajo el hechizo del amor y la paz. Y cada vez que alguien necesitaba ayuda o una solución mágica, la puerta encantada siempre estaba allí, lista para abrirse y ayudar.

FIN.

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