La puerta mágica


Smuffy era un niño curioso y soñador. Le encantaba sumergirse en los libros de cuentos y dejarse llevar por la magia de las palabras.

Su madre, sabiendo lo mucho que disfrutaba de esas historias, siempre le contaba una antes de dormir. Una noche, mientras estaba acurrucado en su cama con su libro favorito entre las manos, Smuffy escuchó un ruido extraño proveniente del jardín. Curioso como siempre, decidió investigar qué era lo que estaba pasando.

Al asomarse por la ventana, vio una luz brillante que emanaba del fondo del jardín. Sin pensarlo dos veces, se puso sus zapatillas y salió corriendo hacia el origen de aquel resplandor mágico.

Cuando llegó allí, se encontró con una pequeña puerta oculta entre los arbustos. Sin dudarlo ni un segundo más, abrió la puerta y entró a un mundo completamente nuevo. El lugar al que Smuffy había llegado era el Reino Encantado.

Un lugar lleno de seres fantásticos como duendes, hadas y elfos. Todos ellos vivían en armonía y alegría. Smuffy no podía creer lo que veían sus ojos. Estaba emocionado por conocer a todos esos seres mágicos e hizo muchos amigos en poco tiempo.

La reina de las Hadas le dio la bienvenida al Reino Encantado y le dijo:"Bienvenido Smuffy, hemos estado esperándote durante mucho tiempo. Sabemos cuánto te gustan los cuentos de fantasía y queremos enseñarte todo sobre nuestra tierra mágica".

Smuffy estaba emocionado y agradecido por la cálida bienvenida. La reina de las Hadas le explicó que en el Reino Encantado, cada ser fantástico tenía una habilidad especial y única. "Smuffy, tú también tienes un don especial.

Eres capaz de hacer realidad tus sueños a través de la imaginación y la creatividad", dijo la reina de las Hadas. Desde ese día, Smuffy se dedicó a explorar y aprender todo lo que podía sobre el Reino Encantado.

Aprendió a volar con las hadas, a bailar con los duendes y a cuidar del bosque junto con los elfos. Pero un día, mientras jugaba en el prado, Smuffy escuchó un grito desesperado proveniente del río cercano.

Era su amiga hada que estaba atrapada en una red de pescador. Sin pensarlo dos veces, Smuffy corrió hacia ella para ayudarla. Usando su imaginación y creatividad, logró liberarla utilizando una vara mágica que encontró cerca del río.

La hada estaba tan agradecida que decidió concederle un deseo como muestra de gratitud. Smuffy pensó durante unos segundos y luego dijo:"Mi mayor deseo es compartir todas estas maravillosas historias e inspirar a otros niños para que crean en la magia".

El deseo se hizo realidad inmediatamente. Desde ese momento en adelante, Smuffy se convirtió en el narrador oficial del Reino Encantado. Cada noche contaba cuentos mágicos no solo para los seres fantásticos sino también para todos los niños del mundo.

Smuffy entendió entonces que la verdadera magia no solo se encuentra en los libros, sino que también puede vivir en nuestros corazones. Aprendió que todos tenemos un don especial y que nuestras acciones pueden hacer una diferencia en el mundo.

Y así, Smuffy siguió contando historias llenas de fantasía y enseñanzas a niños de todas partes, inspirándolos a soñar y creer en la magia.

Y cada noche, antes de dormir, su madre le daba las gracias por haber convertido su pasión por los cuentos en algo tan maravilloso y significativo.

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