La puerta mágica
Había una vez una casa muy especial en el barrio. Era una casa antigua pero llena de vida y color.
Sus paredes estaban pintadas de un vibrante amarillo, sus ventanas tenían marcos azules brillantes y su puerta principal era roja como la pasión. Dentro de la casa vivía una familia muy feliz: papá, mamá y dos hermanitos llamados Tomás y Sofía.
A ellos les encantaba jugar en el amplio jardín que rodeaba la casa, lleno de árboles frutales y flores de todos los colores. Un día, mientras jugaban al escondite en el jardín, Tomás notó algo extraño. "¡Mamá! ¡Papá! ¡Vengan rápido!"- gritó emocionado. Sus padres corrieron hacia él sin saber qué estaba pasando.
"¿Qué ocurre, Tomás?"- preguntó su papá preocupado. "¡Miren! ¡La puerta de nuestra casa está desapareciendo!"- exclamó Tomás señalando hacia donde solía estar la puerta roja. Efectivamente, la puerta había desaparecido por completo dejando solo un espacio vacío.
Todos se miraron sorprendidos sin saber qué hacer. Pero en lugar de asustarse o entristecerse por lo ocurrido, decidieron tomarlo como un nuevo reto. "Bueno chicos", dijo mamá con determinación, "tenemos que encontrar una solución para entrar a nuestra casa".
Así comenzaron a buscar diferentes formas para poder ingresar a su hogar sin tener una puerta.
Intentaron trepar por las ventanas pero eran demasiado altas; intentaron pasar por debajo de la casa pero estaba muy oscuro y no se veía nada. Nada parecía funcionar. Fue entonces que Sofía, la hermanita más pequeña, tuvo una idea brillante. "¡Ya sé! Podemos construir una nueva puerta con nuestras propias manos".
Todos quedaron sorprendidos por la idea de Sofía, pero también emocionados. Así que comenzaron a buscar materiales en el jardín: ramas secas, piedras grandes y hojas caídas.
Con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, lograron construir una puerta improvisada utilizando las ramas como marco, las piedras como cerradura y las hojas para decorarla. Cuando terminaron su obra maestra, se miraron orgullosos. La nueva puerta era única y especial, reflejaba el amor y la creatividad de cada uno de ellos.
"¡Ahora sí podemos entrar a nuestra casa!"- exclamó papá emocionado. Y así fue como esta familia valiente aprendió que cuando algo inesperado ocurre en la vida, siempre hay una solución si trabajamos juntos y utilizamos nuestra imaginación.
A partir de ese día, su casa se convirtió en un ejemplo para todos los vecinos del barrio. Muchos comenzaron a visitarla solo para admirar la hermosa puerta hecha a mano y escuchar la historia detrás de ella.
Y cada vez que alguien preguntaba cómo habían logrado vivir sin una puerta durante tanto tiempo, Tomás siempre respondía con orgullo: "En nuestra casa aprendimos que cuando algo desaparece o cambia, siempre podemos encontrar una forma creativa de seguir adelante".
FIN.