La puerta mágica de los amigos de sala de 2
Era un día soleado en el Jardín Glasgow y los ocho amigos de sala de 2, Ana, Benjamín, Carla, Diego, Estela, Félix, Gilda y Hugo, estaban en el patio jugando a la escondida. Mientras contaban, Ana se dio cuenta de que detrás de un arbusto había una puerta pequeña que nunca antes habían visto.
"¡Eh! Miren esto, chicos!" - gritó Ana emocionada.
Sus amigos se acercaron y, a medida que se acercaban, la curiosidad los envolvió. Benjamín, siempre el más atrevido, empujó la puerta ligeramente.
"¿Deberíamos abrirla?" - preguntó con una mirada inquieta.
"¡Sí! Vamos, no podemos dejar pasar esta oportunidad!" - dijo Estela entusiasmada.
Con un empujón decidido, la puerta se abrió. Del otro lado, vieron un mundo deslumbrante, lleno de colores vibrantes, árboles de caramelos y un cielo de un azul intenso. Los animales fantásticos, como unicornios, dragones pequeños y pájaros con plumas multicolores, danzaban por el aire.
"¡Es increíble!" - exclamó Félix, con los ojos bien abiertos.
Decididos a explorar, cruzaron el umbral y empezaron su aventura. En el camino, se encontraron con un dragón de aspecto amistoso que se presentó como Fuego.
"¡Hola, amigos!" - dijo Fuego, moviendo su cola alegremente. "¿Quieren volar?"
"¡Sí! ¡Por favor!" - gritaron todos al unísono.
Fuego los llevó a dar un paseo por el cielo, y desde allí observaron un lago resplandeciente donde vivían los delfines saltarines.
"¡Miren!" - dijo Carla señalando. "¡Podemos nadar con ellos!" -
Sin pensarlo dos veces, se lanzaron al agua. Los delfines, encantados, les mostraron trucos y jugaron con ellos hasta que el sol comenzó a ocultarse.
Pero, de repente, se dieron cuenta de que tenían que volver antes de que la puerta se cerrara. Estaban perdidos en el mundo mágico y se sintieron un poco asustados.
"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Gilda, un poco nerviosa.
"No se preocupen, juntos siempre encontramos el camino" - dijo Hugo con confianza.
Los amigos se unieron en círculo y pensaron.
"Tal vez debemos buscar a Fuego y pedirle ayuda" - propuso Diego.
"¡Buena idea!" - respondió Estela.
Empezaron a recorrer el bosque mágico llamando a Fuego, hasta que finalmente lo encontraron descansando junto a un árbol gigante de manzanas doradas.
"Fuego, necesitamos volver a casa. ¿Puedes ayudarnos?" - le pidieron.
"Claro, pero antes deben ganarse el viaje con un juego de valentía" - dijo el dragón.
Los amigos se miraron entre ellos y asintieron. Fuego los llevó a una prueba de acertijos. Cada uno tuvo que responder correctamente para encontrar la clave del regreso.
"¿Cuál es el lugar donde el agua cae sin parar, pero no moja?" - fue el primer acertijo de Fuego.
"¡La luz!" - respondió rápidamente Ana, recordando lo que habían aprendido.
Con cada respuesta correcta, se sentían más seguros.
"¿Qué debes tomar antes de comer, pero no puedes comer?" - preguntó Fuego luego.
"¡El plato!" - gritó Hugo con una gran sonrisa.
Finalmente, después de varios acertijos y muchas risas, Fuego sonrió satisfecho.
"Han demostrado ser valientes y listos. Ahora, simplemente visualicen la puerta de regreso".
Los amigos, de la mano, cerraron los ojos y pensaron en su jardín. Al abrirlos, se encontraron de nuevo atrás del arbusto, justo donde habían comenzado su aventura.
"¡Lo hicimos!" - gritó Gilda.
"Nunca olvidaremos esto" - añadió Diego mirando a sus amigos.
Desde ese día, los ocho amigos se hicieron prometer que siempre serían valientes y que nunca dejarían de explorar, porque la amistad y la curiosidad podrían abrir puertas a mundos mágicos llenos de aventuras.
Y así, cada vez que querían recordar aquel día, simplemente miraban hacia el arbusto en el jardín y sonreían, sabiendo que el verdadero poder estaba en su amistad y en su imaginación.
FIN.