La Puerta Mágica de Martín
- ¡Qué extraño! -dijo Martín mientras se agachaba para examinar la puerta. Tenía un brillo dorado y estaba decorada con grabados de hojas y flores.
Se miró los pies, medio dudando, pero la curiosidad ganó. Con un empujón suave, la puerta se abrió, revelando un pasadizo oscuro.
- No puedo quedarme aquí pensando, ¡hay que entrar! -murmuró para sí mismo, y con una sonrisa ancha, se atrevió a cruzar el umbral.
A medida que avanzaba, la luz comenzó a brillar y el pasadizo lo llevó a un mundo sorprendente lleno de animales que hablaban y árboles que cantaban.
- ¡Bienvenido, Martín! -saludó un ciervo de grandes astas, con una voz suave. - Soy Damián. Este es el Bosque de los Sueños.
- ¡Guau! -exclamó Martín, viendo aves de mil colores volar alrededor. - ¿Todo aquí puede hablar?
- Claro, -respondió Damián- y cada uno tiene una historia que contar. Pero hoy, necesitas ayuda. El Rey de este bosque ha perdido su corona mágica y sin ella, la magia se desvanecerá.
- ¡Vamos a ayudarlo! -dijo Martín con entusiasmo.
El ciervo guió a Martín por el bosque, presentándole a sus amigos:
- Esta es Lila, la ardilla, y ella conoce todos los secretos del bosque.
- ¡Hola! -saludó Lila emocionada. - Yo sé que la corona fue vista cerca de la montaña de Cristal.
- ¡Vamos todos juntos! -exclamó Martín. Juntos formaron un grupo y comenzaron la travesía hacia la montaña. Por el camino, enfrentaron obstáculos: un río que cruzar, una tormenta que shelterón, pero el trabajo en equipo hizo que todo fuera posible.
Mientras cruzaban el río, Martín pensó: - ¿Y si no puedo?
- ¡Tú puedes, Martín! -dijo Lila. - La magia de este bosque se encuentra en la valentía y la unión.
Al llegar a la montaña, encontraron un dragón que cuidaba una gema brillante. Era la última pista.
- ¿Por qué les preocupa esa corona? -preguntó el dragón con curiosidad.
- Porque sin ella, el bosque morirá -respondió Martín sin dudar.
El dragón lo miró fijamente y dijo: - Si me traen un tesoro de la tierra, les devolveré la corona.
- ¿Qué podría ser un tesoro? -preguntó Damián.
- Un acto de bondad -respondió el dragón-. Para mí, eso es más valioso que todos los diamantes del mundo.
Martín pensó en ello y tuvo una idea.
- ¡Iremos al pueblo y le contaremos a todos sobre el bosque! Si la gente entiende cuánto vale este lugar, tal vez puedan ayudar a cuidarlo.
Así que todos juntos marcharon de regreso al pueblo. Llegaron justo cuando la gente estaba celebrando una feria.
- ¡Déjenme hablar! -pidió Martín con emoción. Se subió a un pequeño banquito y comenzó a contar su aventura.
- ¡Este bosque es maravilloso y necesita nuestra protección! -decía mientras miraba a los pobladores a los ojos.
La gente, emocionada, escuchó atentamente y decidió unirse a la causa. Juntos, comenzaron a cuidar el bosque, plantaron árboles y educaron a los niños sobre la naturaleza.
Varios días después, regresaron al Bosque de los Sueños, y el dragón esperaba.
- ¡Hicieron un acto de bondad sin igual! -dijo el dragón sonriendo. - Aquí tienen la corona mágica que el Rey tanto necesita.
Con la corona en manos, el grupo se dirigió a la aldea donde celebraron su hazaña. El bosque floreció y Martín se sintió feliz.
- Recuerden, la magia vive dentro de nosotros cuando trabajamos juntos.
Y así, regresó a su casa, sabiendo que la verdadera magia estaba en su corazón y en el vínculo con sus amigos.
Desde aquel día, cada vez que alguien en el pueblo pasaba cerca del viejo roble, veían a Martín con una gran sonrisa, recordando que la curiosidad, la valentía y el trabajo en equipo podían cambiar el mundo.
FIN.