La Puerta Mágica de Martita
Había una vez una niña llamada Martita, que era la personificación de la alegría y la energía. Desde que amanecía hasta que anochecía, Martita saltaba y corría por todas partes.
No había meta que ella no pudiera alcanzar con su entusiasmo y determinación. Un día, mientras jugaba en el parque, Martita se encontró con un conejito muy triste. El conejito le explicó que estaba perdido y no sabía cómo regresar a su madriguera.
Martita sonrió y dijo: "No te preocupes, Conejito. ¡Te ayudaré a encontrar tu hogar!". Martita comenzó a saltar y correr por el bosque, siguiendo las pistas del olor de las flores silvestres que recordaba el conejito.
Juntos recorrieron senderos estrechos y atravesaron arroyos hasta llegar a la madriguera del conejito. El conejito estaba tan feliz de haber encontrado su hogar nuevamente que le dio un gran abrazo a Martita.
"¡Gracias por ayudarme! Eres una amiga maravillosa", dijo emocionado el pequeño animal. Martita continuó su camino lleno de energía hacia nuevas aventuras. Pronto llegó al río donde vio a un patito llorando desconsoladamente en la orilla. Se acercó rápidamente al patito y preguntó qué le pasaba.
"Perdí a mi mamá", sollozó el patito entre lágrimas. Sin dudarlo ni un segundo, Martita se ofreció para ayudarlo a encontrarla.
Comenzaron a caminar por la orilla del río, preguntando a todos los animales que encontraban si habían visto a la mamá pato. Después de mucho buscar, Martita escuchó el suave graznido de una pata. Siguiendo el sonido, llegaron a un pequeño islote donde se encontraba la mamá pato preocupada.
El patito corrió hacia ella y le dio un abrazo lleno de alegría. "¡Gracias por ayudarnos!", dijo la mamá pato con gratitud. Martita continuó su camino saltando y corriendo más feliz que nunca.
Pero justo cuando pensaba que no podía estar más llena de alegría, vio algo brillante en el suelo. Era una llave dorada con un mensaje adjunto: "Esta llave abre una puerta mágica que te llevará al lugar de tus sueños".
Llena de curiosidad, Martita buscó por todas partes hasta encontrar una puerta escondida detrás de unos arbustos. Sin pensarlo dos veces, insertó la llave en la cerradura y giró la manija. Al abrirse la puerta, Martita quedó asombrada al ver un mundo lleno de colores vibrantes y maravillas increíbles.
Había montañas hechas de algodón dulce, ríos con agua de limonada y árboles que daban caramelos en lugar de frutas.
Martita saltaba y corría sin parar en este nuevo mundo mágico, disfrutando cada segundo como si fuera un sueño hecho realidad. Pero después de explorar durante horas interminables, comenzó a extrañar su hogar y sus amigos.
Decidió volver a casa, pero antes de cerrar la puerta mágica, Martita dejó una nota para todos los niños que pudieran encontrarla: "La verdadera magia está en ayudar a los demás y nunca dejar de perseguir tus sueños". Martita volvió al mundo real con una sonrisa radiante en su rostro.
Sabía que aunque no siempre se encontrara en un mundo mágico, podía crear su propia magia con cada paso que daba. Desde ese día, Martita continuó saltando y corriendo hacia nuevas metas y desafíos.
Cada vez que ayudaba a alguien o alcanzaba una meta personal, sentía esa felicidad especial que solo viene cuando haces lo correcto y sigues tu corazón. Y así, Martita demostró al mundo entero que ser feliz no es solo cumplir tus propias metas, sino también hacer del mundo un lugar mejor para todos.
FIN.