La Puerta Secreta de Quinto B



Era un día común en la escuela primaria cuando los alumnos de quinto B decidieron jugar en el viejo jardín. Mientras exploraban, Sofía, Lucio y Martín tropezaron con un arbusto que parecía moverse. Con curiosidad, se acercaron y, para su sorpresa, encontraron una pequeña puerta cubierta de enredaderas.

"¿Qué habrá detrás de esta puerta?" - preguntó Sofía, con los ojos brillantes de emoción.

"Deberíamos abrirla y descubrirlo juntos" - sugirió Lucio, emocionado por la aventura.

"Sí, ¡vamos!" - exclamó Martín, que siempre estaba listo para una nueva emoción.

Con un empujón decidido, los tres amigos abrieron la puerta y, dentro, encontraron un pasadizo brillante. Sin pensarlo dos veces, se adentraron en el túnel luminoso. El aire olía a flores frescas y un suave canto resonaba a lo lejos. Cuando al fin emergieron, se encontraron en un mundo completamente diferente: un lugar lleno de colores brillantes, criaturas mágicas y árboles que hablaban.

De inmediato, vieron a un pequeño duende que tenía una apariencia algo preocupada.

"¡Hola! Me llamo Pipo, y necesito su ayuda" - dijo el duende, agitando sus manos nerviosamente.

"¿Cómo podemos ayudarte?" - preguntó Sofía, intrigada.

"Una bruja traviesa ha usurpado el Reino de los Arcoíris y ha robado la esencia de la felicidad de todos. Sin ella, nuestros días se vuelven grises y tristes" - explicó Pipo.

Los niños se miraron, sabiendo que tenían que ayudar.

"¡Vamos a recuperar la esencia de la felicidad!" - gritó Lucio con determinación.

"Pero, ¿cómo lo hacemos?" - preguntó Martín, un poco asustado.

"Necesitamos conseguir tres tesoros mágicos que están escondidos en el bosque encantado, el lago de cristal y la montaña de los susurros" - dijo Pipo, señalando un mapa brillante.

Sin dudarlo, se pusieron en marcha. Primero, llegaron al bosque encantado, donde se encontraron con un león que hablaba.

"¿Qué desean, pequeños aventureros?" - preguntó el león con voz profunda.

"Necesitamos un tesoro mágico para ayudar a Pipo y a su reino" - dijo Sofía con valentía.

"Solo podrán obtenerlo si demuestran su bondad. Ayuden a un árbol viejo que ha perdido su hoja más querida" - dijo el león.

Los niños se pusieron a trabajar, regando al árbol anciano, contándole historias y cantando canciones. Al final, el árbol les dio su única hoja dorada como agradecimiento, brillando intensamente.

"¡Una! ¡Ahora dos más!" - dijo Martín emocionado.

Siguieron su camino hacia el lago de cristal, donde se encontraron con un pez que necesitaba ayuda.

"Soy el último pez arcoíris, y debo encontrar mi hogar. ¿Pueden ayudarme a encontrar la corriente correcta?" - les pidió el pez.

"Sí, claro, ¡vamos!" - exclamó Lucio.

Usando su ingenio, los niños ayudaron al pez a regresar a su hogar, y a cambio, el pez les regaló una perla brillante que contenía risas y canciones.

"¡Dos! ¡Sólo falta uno!" - celebró Sofía.

Finalmente, llegaron a la montaña de los susurros. Allí, una anciana los esperaba.

"Para conseguir el último tesoro, deben enfrentarse a su miedo más grande" - dijo la anciana con voz suave.

"Pero, ¿qué miedo es ese?" - preguntó Martín, temeroso.

En ese instante, el viento sopló y los niños se encontraron frente a una tormenta de sombras que reflejaban sus miedos: Sofía con su temor a la soledad, Lucio con su miedo a no ser suficiente y Martín con su miedo a lo desconocido.

"Recuerden que siempre están juntos" - les dijo Pipo, tomándoles la mano.

Sin pensarlo más, se gritaron palabras de aliento, y las sombras comenzaron a desvanecerse, dejándolos en paz. La anciana sonrió y les regaló una piedra de luz que brillaba con fuerza.

"¡Logramos hacerlo!" - celebraron juntos.

Con los tres tesoros, volvieron rápidamente a donde Pipo. Juntos, realizaron un hechizo que devolvió la esencia de la felicidad al reino. En un instante, todos los colores resplandecieron nuevamente y las risas resonaron en el aire.

"¡Gracias, niños!" - dijo Pipo, lleno de gratitud.

"Siempre recordaremos lo que hicimos aquí" - dijo Sofía.

"Sí, porque juntos somos fuertes y podemos hacer grandes cosas" - agregó Lucio.

Los niños se despidieron de su nuevo amigo y, tras atravesar la puerta secreta, regresaron al jardín de su escuela, sintiéndose más valiosos y unidos que nunca.

A partir de ese día, nunca volvieron a mirar a su mundo de la misma manera, sabiendo que la magia y la verdadera felicidad siempre estaban dentro de ellos, solo necesitaban creerlo.

FIN.

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