La pulsera mágica del fantasma



Había una vez dos amigos llamados Martín y Sofía. Eran inseparables y siempre estaban buscando aventuras emocionantes. Un día, mientras jugaban en el parque, vieron una casa abandonada al final de la calle.

- ¡Mira! -exclamó Martín señalando hacia la casa-. ¿Qué te parece si entramos y exploramos? Sofía dudó un momento, pero su espíritu aventurero no pudo resistirse a la idea.

- Está bien, pero prométeme que si nos asustamos, saldremos corriendo juntos -respondió Sofía con valentía. Martín asintió emocionado y los dos amigos se dirigieron hacia la misteriosa casa abandonada. Al entrar, se encontraron con un ambiente oscuro y polvoriento. - Wow, esto es genial -susurró Martín mirando a su alrededor-.

Pero creo que deberíamos tener cuidado. De repente, escucharon un ruido extraño proveniente del piso de arriba. Ambos se miraron sorprendidos e intranquilos. - ¿Escuchaste eso? -preguntó Sofía temblando ligeramente. Sin embargo, decidieron continuar explorando.

Subieron las escaleras despacio hasta llegar a una habitación antigua con muebles cubiertos por sábanas blancas. Justo cuando pensaban que todo estaba tranquilo, apareció un fantasma flotante frente a ellos. Los niños gritaron de miedo y retrocedieron rápidamente hacia la puerta.

Pero el fantasma no parecía malvado ni querer hacerles daño. Con voz suave les dijo:- No tengan miedo, soy el fantasma de la casa. Lamentablemente, estoy atrapado aquí y necesito su ayuda para poder descansar en paz.

Martín y Sofía se miraron entre sí, sorprendidos por las palabras del fantasma. Poco a poco, dejaron de sentir miedo y comenzaron a escuchar atentamente lo que tenía que decirles.

- Resulta que perdí un objeto muy valioso antes de morir -continuó el fantasma-. Es una pulsera con un corazón de oro. Si logran encontrarla y devolvérmela, podré finalmente irme al más allá. Los amigos asintieron comprensivamente y se ofrecieron a ayudarlo sin dudarlo.

- Pero ¿dónde debemos buscar? -preguntó Martín con determinación. El fantasma sonrió amablemente y les dio una pista: "Bajo la vieja cama en el ático". Los niños se dirigieron rápidamente hacia el ático mientras seguían las instrucciones del fantasma.

Rebuscaron entre pilas de objetos antiguos hasta que encontraron la cama mencionada por el espíritu. Y allí estaba, justo como lo había dicho el fantasma; una hermosa pulsera con un corazón dorado brillante. Martín la recogió con cuidado y ambos bajaron corriendo para entregársela al fantasma.

Cuando le mostraron la pulsera, los ojos del espectro se llenaron de lágrimas de alegría. - ¡Muchas gracias! Ahora podré descansar en paz sabiendo que mi querida pulsera está a salvo -expresó emocionado.

Justo en ese momento, la casa comenzó a iluminarse y el fantasma desapareció lentamente. Martín y Sofía se miraron con una sonrisa de satisfacción. Habían ayudado a un fantasma y aprendido que no todo lo desconocido es malo o peligroso.

Desde aquel día, los dos amigos continuaron explorando juntos, pero siempre recordaban la lección que habían aprendido: nunca juzgar por las apariencias y estar dispuestos a ayudar a los demás sin importar cómo sean.

Y así, Martín y Sofía siguieron creciendo como grandes amigos, compartiendo aventuras inolvidables mientras llevaban consigo el recuerdo del amable fantasma al que habían conocido en aquella casa abandonada.

FIN.

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