La Rabieta de Juana María
Era una mañana soleada en la escuela de Juana María. Los pájaros cantaban afuera mientras los niños entraban al aula con risas y juegos. Juana María, sin embargo, no compartía la alegría de sus compañeros. Estaba sentada en su banco, cruzada de brazos, mirando al pizarrón con desdén.
La maestra, la Señorita Rosa, estaba explicando un ejercicio de matemáticas que había escrito en la pizarra.
"¡Chicos! Hoy vamos a aprender a multiplicar. Miren cómo lo hago aquí en el pizarrón. Tienen que copiar los ejercicios en sus cuadernos para practicar. ¡Es muy importante!" - dijo la Señorita Rosa con una gran sonrisa.
Juana María frunció el ceño. A ella no le gustaba copiar. Le parecía aburrido y prefería dibujar o leer historias emocionantes. Pensó para sí misma: "¿Por qué tengo que hacer algo que no me gusta?". Entonces decidió que no lo haría.
De repente, se levantó de su silla y gritó:
"¡No quiero copiar! ¡Es un aburrimiento!".
Sus compañeros la miraron sorprendidos.
"Juana, todos tenemos que hacerlo, no se puede saltar la tarea" - le dijo su amigo Tomi, tratando de calmarla.
Pero Juana María, en vez de escuchar, empezó a dar vueltas en su lugar, como si fuera un tornado. Su rabieta hizo que los niños se rieran, pero también sentían preocupación. Querían ayudarla.
"¿Por qué no quieres copiar, Juana?" - le preguntó Sofía, acercándose con un cuaderno.
"Porque es aburrido, prefiero dibujar" - contestó Juana, con los ojos enrojecidos por las lágrimas.
"Pero copiar es parte de aprender. Después podrás dibujar lo que quieras, incluso tus propias historias de matemáticas" - argumentó Sofía con cariño.
Juana María se detuvo un momento, pensativa. Quizás había algo en lo que decían sus amigos. Se quedó callada, mientras miraba el pizarrón. La Señorita Rosa estaba ayudando a otros compañeros y no prestaba atención a su rabieta. Era el momento perfecto para reflexionar.
Después de unos minutos, Juana María decidió calmarse. Se sentó de nuevo en su banca y respiró profundo.
"Está bien, lo intentaré" - dijo, y tomó su lápiz.
Con un poco de esfuerzo, comenzó a copiar el ejercicio del pizarrón. Al principio fue difícil, pero con cada número que ponía en su cuaderno, se sentía un poco mejor.
Luego se dio cuenta de que, aunque no le gustaba tanto, había algo especial en resolver esos problemas. El desafío la divertía; al final del ejercicio, había completado casi todas las multiplicaciones. Mirando a su alrededor, vio que todos sus compañeros también estaban entusiasmados.
Cuando la Señorita Rosa pasó a recoger los cuadernos, hizo una especial mención a Juana María:
"¡Muy bien, Juana! Me alegra que hayas decidido hacer los ejercicios. Si alguna vez te sientes aburrida, recuerda que aprender puede ser divertido de otra manera".
Juana se sonrojó, pero sonrió ampliamente. Había aprendido que a veces hacer lo que no se quiere puede llevarte a descubrir cosas maravillosas.
Al final del día, Juana María decidió que después de la escuela, dibujaría una historia sobre la aventura de multiplicaciones que había tenido.
Así, Juana María comprendió que el aprendizaje puede ser un camino lleno de sorpresas, si uno se atreve a recorrerlo.
Moraleja: A veces, hay que enfrentar lo que no nos gusta, porque detrás de ello puede haber grandes descubrimientos.
FIN.