La Radio Invisible de Punta Brava
Había una vez en el colegio de Punta Brava una radio escolar muy especial. Todos los días, los niños y niñas de cinco años se juntaban en el aula para aprender, jugar y, por supuesto, escuchar música. Pero lo que no sabían era que esta radio siempre estaba encendida y emitía melodías mágicas. Esta radio, además, era invisible y tenía su propia personalidad.
Un día, mientras los niños jugaban, empezaron a escuchar una hermosa canción que los invitaba a bailar.
"¡Escuchen! ¡Es una música increíble!" - exclamó Sofía, una niña de ojos brillantes.
"Sí, ¿de dónde sale?" - preguntó Luquita, mirando a su alrededor.
La radio, que se llamaba Rady, estaba encantada de que los niños la escucharan, aunque todavía no sabían que era ella quien tocaba la música.
A medida que pasaban los días, Rady comenzó a interactuar con los pequeños. Un lunes, los niños entraron al aula y, de repente, la radio sonó llena de energía.
"¡Hola chicos! Soy Rady, la radio invisible. Estoy aquí para hacer que aprendan y se diviertan a través de la música." - dijo en un tono juguetón.
Los niños se quedaron boquiabiertos. No podían creer que la música que tanto les gustaba estaba hablando.
"¡No puede ser! ¡Una radio parlante!" - gritó Juan, mientras reía de felicidad.
Rady continuó "Sí, pero no soy solo una radio. ¡Soy su amiga! Juntos, vamos a descubrir muchas cosas."
Los niños, llenos de curiosidad, decidieron seguir las instrucciones de Rady, quien les proponía juegos y actividades relacionadas con las canciones. Un día, Rady dijo:
"Hoy jugarán con la música. Pongan atención, porque yo cantaré un verso y ustedes deben pensar en una palabra que rime, ¿están listos?"
Emergió una melodía suave y Rady comenzó:
"En el cielo hay un pajarito, que canta feliz muy cerquita de un..."
"...arbolito!" - respondió rápidamente Clara.
"¡Muy bien! Ahora es tu turno, Juan."
Y así, entre risas y juegos de rimas, los niños comenzaron a aprender sobre la música y el lenguaje, pero ese no sería el único juego que Rady tenía preparado.
Una semana después, mientras los niños jugaban en el patio, Rady interrumpió con una melodía más intensa.
"Chicos, hoy es el día del baile. Vamos a descubrir los ritmos alrededor del mundo."
Los niñitos se miraron emocionados y comenzaron a moverse al ritmo de música de diferentes culturas. Rady les enseñó un poco sobre cada tipo de música, desde la samba hasta el tango, creando un momento lleno de alegría y diversidad.
"¡Cómo me gusta bailar!" - gritó Sofía mientras giraba con sus compañeros.
Pero un día, la radio no sonaba. Los niños estaban preocupados.
"¿Dónde está Rady?" - preguntó Luquita con el ceño fruncido.
Entonces, Rady apareció de nuevo, pero esta vez con un tono triste.
"Chicos, a veces siento que no me escuchan. La música es muy poderosa, pero también necesito que ustedes compartan sus propias melodías y cuentos conmigo."
Los niños comprendieron que Rady era una amiga especial que no solo daba, sino que también quería recibir.
"¡Tienes razón!" - dijo Clara. "Podemos traerte nuestras canciones favoritas y contarte historias."
Así, los niños empezaron a traer instrumentos, canciones que habían aprendido en casa y cuentos que los abuelos les habían contado. Rady, emocionada, cada vez sonaba más fuerte y alegre.
Desde ese día, la radio nunca volvió a estar triste, porque en Punta Brava, los niños y Rady se convirtieron en un gran equipo. Juntos, aprendieron que la música, los juegos y las palabras compartidas son el mejor medio para unirse y crear en comunidad.
Y así, en el corazón del colegio de Punta Brava, una radio invisible y sus amigos demostraron que, aunque a veces pueda parecer que somos diferentes, hay magia cuando compartimos lo que amamos.
FIN.