La Ramita de Uva



Hace muchos años, en el hermoso valle de Tarija, vivía una niña llamada Lila. Lila era una niña alegre y curiosa que pasaba sus días cuidando ovejas en el campo. Un día, mientras exploraba cerca de un arroyo seco, encontró una ramita brotando, delicada y llena de esperanza.

- “¡Mirá qué linda es! ” - exclamó Lila, levantando la ramita con delicadeza. La niña decidió plantarla en su pequeño jardín. Sin embargo, ese año la sequía azotó el valle y el agua escaseaba. A pesar de esto, Lila no se desanimó.

- “Voy a hacer todo lo posible para que crezca” - se dijo decidida, mientras miraba la tierra reseca en torno a la ramita.

Cada día, Lila caminaba durante horas para recoger agua de un pozo lejano. Con la ayuda de su madre, llenaban un balde y lo llevaban de vuelta al jardín. Una y otra vez, Lila regaba la ramita, hablando con ella como si fuera su mejor amiga.

- “Vas a ser una planta fuerte, te lo prometo” - le decía mientras el sol ardía en el cielo. Los días pasaban y la planta parecía resistirse a las adversidades, pero no crecía ni un centímetro.

Una tarde, mientras llenaba el balde, escuchó un susurro.

- “A veces, las cosas buenas llevan tiempo”, resonó una voz suave. Lila miró a su alrededor y vio a una anciana, vestida con un largo manto que casi tocaba el suelo.

- “¿Quien sos? ” - preguntó Lila, intrigada.

- “Soy la guardiana de las plantas. He visto tu esfuerzo y dedicación. La ramita está en peligro, pero veo que tienes un buen corazón” - explicó la anciana, sonriendo dulcemente.

Lila se sintió llena de esperanza y le dijo:

- “¡Pero es tan difícil! No sé si la ramita sobrevivirá la sequía”.

- “La perseverancia es la clave, pequeña. A veces, la ayuda puede llegar en formas inesperadas. ¿Has considerado compartir tu amor por la planta con otros? ” - sugirió la anciana, guiñando un ojo.

Lila pensó en lo que la anciana había dicho. Al día siguiente, en vez de ir sola al pozo, invitó a sus amigos del pueblo.

- “¡Vengan! Podemos ayudarme a regar una planta que encontré”.

Los niños se entusiasmaron y esa tarde, entre risas y juegos, rellenaron baldes de agua y juntos se dirigieron al jardín de Lila. Por primera vez, la ramita recibió la atención de un grupo. Sus amigos comenzaron a contarle historias, haciendo que la plantita sintiera el cariño y la alegría.

A medida que pasaban los días, un pequeño milagro comenzó a suceder. Los brotes empezaron a aparecer y a llenarse de hojas verdes.

- “¡Miren, creció! ” - gritó Lila asombrada. Los niños dieron saltos de alegría y la anciana apareció de nuevo en el jardín.

- “Ves, la unión hace la fuerza. Cuando compartimos nuestro esfuerzo, las cosas florecen”.

La sequía no se fue, pero ahora Lila y sus amigos trabajaban juntos para cuidar la ramita. Con el tiempo, comenzaron a ver pequeños racimos de uvas. Lila estaba feliz.

- “¡Lo logramos! ¡La ramita tendrá fruta! ” - dijo Lila, con los ojos brillantes.

Los niños celebraron la llegada de las uvas con un gran picnic bajo la sombra del árbol donde había crecido la ramita.

- “Esto es lo que sucede cuando nos ayudamos unos a otros” - dijo Lila, mirando a sus amigos deleitarse con las uvas que habían cosechado.

Con el tiempo, la ramita se convirtió en una hermosa parra, llena de uvas verdes y jugosas. Lila aprendió que con empeño, amor y un poco de ayuda, incluso los sueños más pequeños pueden florecer, a pesar de las adversidades.

La historia de Lila y su ramita de uva se transmitía de generación en generación, recordando siempre que un buen corazón y la colaboración de los amigos pueden hacer florecer hasta lo que parece imposible.

FIN.

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