La Rana de la Laguna Encantada
En un tranquilo pueblo rodeado de verdes montañas, vivían tres hermanitos: Juanita, Rosario y Luis. Les encantaba explorar, sobre todo los días soleados, cuando podían jugar al aire libre cerca de una misteriosa laguna que siempre había intrigado a los niños del lugar.
Una tarde, mientras jugaban con una pelota, escucharon un croar peculiar. Intrigados, se acercaron al borde de la laguna y vieron a una ranita de color verde brillante sentada en una roca.
"¡Hola!" - dijo Juanita, emocionada "¿Qué haces aquí, ranita?"
"Soy la Rana de la Laguna Encantada y tengo un secreto que contarles" - respondió la rana, sorprendiendo a los niños.
Rosario, siempre curiosa, preguntó: "¿Qué secreto?"
"Dentro de esta laguna, hay una ciudadela llena de maravillas. Pero solo se puede acceder a ella si creés en la magia de la amistad y el trabajo en equipo" - dijo la rana, guiñando un ojo.
Luis, el más pequeño de los tres, emocionado exclamó: "¿Podemos ir?"
"¡Por supuesto! Pero antes, deben ayudarme a resolver un acertijo" - respondió la rana.
Los hermanitos se miraron, inseguros.
"¿Y cuál es el acertijo?" - preguntó Juanita.
"Escuchen bien: soy algo que todos tienen, aunque no se puede ver. Me alzan altos al reír, y bajan al llorar. ¿Qué soy?"
Los niños se quedaron pensando.
"¡Ya sé!" - dijo Rosario de repente "¡Son los sentimientos!"
"Correcto, pequeña sabia" - dijo la rana, sonriendo "Ahora, tómense de las manos y cierren los ojos. ¡Los llevaré a la ciudadela!"
Sin dudar, los tres hermanitos se tomaron de las manos, y, siguiendo las instrucciones de la rana, cerraron los ojos. Al abrirlos, se encontraron en una increíble ciudadela, construida con cristal y luces que danzaban como estrellas.
"¡Miren esto!" - gritó Luis, saltando de alegría.
"Es hermoso" - comentó Juanita, admirando la belleza que los rodeaba.
La rana se acercó a ellos.
"Aquí todo es posible. Pero deben recordar que la verdadera magia viene de amarse y respetarse entre ustedes" - les dijo.
Los niñitos decidieron explorar cada rincón de la ciudadela. Encontraron un jardín donde las flores cantaban, un lago donde los peces jugaban al fútbol y hasta un puente que se iluminaba al cruzar. Pero, mientras exploraban, observaron que en una esquina había tres criaturas similares a ellos, pero tenía cara de tristeza.
"¿Por qué están tristes?" - preguntó Rosario.
"No tenemos amigos que jueguen con nosotros" - respondió una de las criaturas.
"Eso no puede ser. ¡Vengan con nosotros!" - exclamó Luis, entusiasmado.
Los hermanitos decidieron invitar a las criaturas a unirse a su aventura. Juntos, jugaron y se rieron, y en poco tiempo, el ambiente se llenó de alegría.
"Miren cómo se iluminan las luces!" - dijo Juanita.
"La magia de la amistad ha traído vida a la ciudadela" - afirmó la rana, con orgullo.
Los días pasaron, y los hermanitos y sus nuevos amigos se volvieron inseparables, explorando cada rincón de la ciudadela y creando recuerdos inolvidables.
Finalmente, llegó el momento de regresar a casa.
"¿Cómo volvemos?" - preguntó Luis, algo triste.
"Siempre pueden volver, siempre que trabajen juntos y sigan creyendo en la magia" - dijo la rana.
"¡Y nunca olviden que la amistad es el verdadero tesoro!" - agregó la rana, despidiéndose de los nuevos amigos.
Los niños volvieron al pueblo, llenos de historias para contar y corazones rebosantes de alegría. Aprendieron que la verdadera magia se encuentra en la amistad, en compartir risas y aventuras. Y que siempre, siempre, hay un lugar mágico para aquellos que creen en el poder de los lazos que nos unen.
Desde entonces, cada vez que escuchaban un croar, sabían que la lago encantado y la rana siempre estaban allí, esperando por ellos.
FIN.