La Rana Pacificadora


Había una vez en el tranquilo bosque de la Patagonia, un grupo de hormigas rojas y otro de hormigas negras. Durante mucho tiempo, ambas colonias vivieron en armonía, compartiendo los recursos del bosque y ayudándose mutuamente.

Pero un día, surgió una gran discusión entre las hormigas rojas y las hormigas negras. Las hormigas rojas creían que debían recolectar alimentos solo para ellas mismas, mientras que las hormigas negras pensaban que todos debían compartir por igual.

La disputa fue tan intensa que incluso empezaron a separarse y construir sus nidos lejos unas de otras. El bosque se llenó de tristeza y tensión.

En medio de toda esta confusión, una pequeña rana roja llamada Ramona observaba desde su lago cómo se distanciaban cada vez más ambos grupos. Aunque era solo una rana, tenía un enorme corazón y no soportaba ver a sus amigos pelearse. Decidida a resolver esta situación, Ramona saltó hacia el nido de las hormigas rojas.

"-¡Hola! ¿Podríamos hablar?", preguntó con voz amable. Las hormigas rojas estaban sorprendidas al ver a la rana hablándoles. "-¿Qué haces aquí? ¡Eres una rana!", exclamaron asombradas. "-Sí, soy una rana", respondió Ramona con calma.

"-Pero también soy amiga de todos ustedes. Me duele verlos pelear". Las hormigas escucharon atentamente lo que la rana tenía para decirles.

Se dieron cuenta de que habían perdido la perspectiva y que estaban dejando que sus diferencias los separaran. La rana continuó su misión y se dirigió al nido de las hormigas negras. "-¡Hola! ¿Podríamos conversar un momento?", preguntó con una sonrisa en su rostro.

Las hormigas negras también se sorprendieron al ver a la rana hablarles. "-¿Qué haces aquí? ¡Eres una rana, no entendes nuestras preocupaciones!", dijeron desconfiadas. "-Sí, soy una rana", respondió Ramona serenamente. "-Pero también soy amiga de todos ustedes y quiero ayudarlos a encontrar una solución".

Las hormigas escucharon con atención las palabras de la rana. Poco a poco, comenzaron a comprender que había algo más importante que sus diferencias: el bienestar del bosque y de todos los seres vivos en él.

Ramona propuso organizar un encuentro entre ambas colonias para dialogar y buscar un acuerdo pacífico. Las hormigas aceptaron la idea, aunque todavía dudaban si podrían resolver sus problemas.

El día del encuentro llegó y las hormigas rojas y negras se reunieron bajo la sombra de un viejo árbol. Ramona estaba allí para mediar entre ambos grupos. Durante horas, las hormigas discutieron sobre cómo podían trabajar juntas para garantizar el bienestar del bosque sin perjudicarse unas a otras.

Al principio fue difícil llegar a un consenso, pero gracias a la paciencia y empatía de Ramona, finalmente encontraron una solución equitativa. Decidieron compartir los recursos del bosque, recolectando solo lo necesario para sobrevivir y dejando el resto para que otros seres también pudieran disfrutarlo.

Las hormigas rojas y negras se dieron cuenta de que juntas eran más fuertes y podían lograr mucho más. Agradecidas con Ramona por su sabiduría y ayuda, decidieron construir un monumento en su honor cerca del lago donde vivía.

Desde ese día, las hormigas rojas y negras aprendieron a trabajar en equipo, respetándose mutuamente y cuidando siempre del bosque.

Y cada vez que surgía una diferencia entre ellas, recordaban la valiosa lección que les enseñó la pequeña rana roja llamada Ramona: que la unidad y el amor son más poderosos que cualquier disputa.

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