La rana presumida



Había una vez en un hermoso estanque, una rana llamada Renata. Renata era muy coqueta y siempre soñaba con tener unos zapatos bonitos para lucir en su lindo saltito por el estanque.

Un día, mientras paseaba cerca del bosque, Renata encontró un par de zapatos abandonados. Estaban hechos de hojas secas y ramitas entrelazadas. Emocionada, se los probó pero desafortunadamente eran demasiado grandes para sus patitas pequeñas.

Renata caminó tristemente hacia el estanque y todas las demás ranas comenzaron a reírse de ella. "-Mira a Renata, quiere usar zapatos pero ¡parece que le quedaran mejor dos cajas de cartón!", exclamaron entre risas.

Renata se sintió muy mal por las burlas y decidió buscar ayuda para encontrar unos zapatos que le quedaran perfectos. Se acercó a Don Sapo, un sabio sapo que vivía al otro lado del estanque. "-Don Sapo, necesito tu ayuda", dijo Renata con lágrimas en los ojos.

"-Quiero usar zapatos como las demás ranas pero no encuentro ningunos que me queden". Don Sapo sonrió amablemente y le dijo: "-No te preocupes, Renata. Voy a ayudarte". Juntos fueron al mercado donde vendían todo tipo de objetos mágicos.

Allí encontraron a la señora Cigüeña quien les ofreció unos zapatos encantados que se adaptaban perfectamente al tamaño de cualquier pie. Pero había un problema: costaban mucho dinero y la rana no tenía nada con qué pagarlos.

Renata se sintió desanimada, pero Don Sapo le recordó que no todo estaba perdido. "-Hay muchas formas de encontrar soluciones", dijo con una sonrisa. "-Vamos a buscar por todos lados hasta encontrar unos zapatos para ti".

Así comenzaron la búsqueda en el bosque, preguntando a los animales si habían visto algún objeto mágico que pudiera ayudar a Renata. Pasaron días y días sin éxito, hasta que finalmente encontraron a una vieja tortuga sabia llamada Doña Tortuguita.

Doña Tortuguita les contó sobre un árbol misterioso en lo más profundo del bosque, donde dicen que crecen hojas mágicas capaces de convertirse en cualquier cosa que uno desee.

Emocionados por la noticia, Renata y Don Sapo se adentraron juntos en el bosque hasta llegar al árbol encantado. Renata cerró los ojos fuertemente y pidió con todas sus fuerzas: "-Árbol mágico, te ruego que me ayudes a encontrar unos zapatos perfectos para mis patitas".

Cuando abrió los ojos, Renata quedó asombrada al ver cómo las ramas del árbol se movían y tomaron forma de hermosos zapatos hechos especialmente para ella. Eran tan cómodos como si estuvieran hechos a medida.

Renata saltaba de alegría mientras se ponía los zapatos nuevos y regresaba al estanque junto a Don Sapo. Las demás ranas no podían creer lo bonita y elegante que lucía Renata con sus nuevos zapatos.

Desde ese día, todas las ranas aprendieron que no debían burlarse de los demás por ser diferentes, y Renata les enseñó a aceptar y respetar a todos tal como son. Y así, Renata vivió felizmente en el estanque, saltando con sus zapatos mágicos y recordando siempre que la verdadera belleza está en el interior de cada uno.

FIN.

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