La Rana que No Sabía Saltar



En un hermoso estanque rodeado de flores y árboles frutales, vivía una rana llamada Rita. Pero había un problema: Rita era diferente a las demás ranas, porque no sabía saltar. Las otras ranas podían brincar de una hoja a otra, jugar en los nenúfares y hasta competir en carreras. Rita, en cambio, se quedaba en la orilla, observando con tristeza.

"¿Por qué no podés saltar, Rita?", le preguntó una rana llamada Pipa, mientras hacía un salto elegante. "No lo sé, intento, pero no puedo", le respondió Rita, con un suspiro.

Un día, mientras las ranas jugaban, un grupo de sapos llegó al estanque para armar una gran fiesta. Los sapos eran conocidos por sus saltos largos y sorprendentes. Todos estaban emocionados de verlos.

"¡Vamos a competir!", gritaron los sapos. "¡El que salte más lejos ganará!", agregó uno de ellos, saltando hacia el centro del estanque.

Rita se sintió triste al escuchar a los demás. "Nunca podré saltar como ellos", pensó. Pero su amiga Pipa notó su tristeza y se acercó a ella.

"Rita, no te preocupes. Todos tenemos habilidades diferentes. Tal vez no sepas saltar, pero ¿has pensado en lo que puedes hacer?", le preguntó Pipa. Rita parpadeó, pensativa. "No, nunca lo había pensado. Solo veo lo que no puedo hacer."

"Te echamos de menos en las carreras. ¿Por qué no intentás encontrar algo en lo que seas buena?", sugirió Pipa mientras saltaba.

Rita decidió entonces que debía descubrir sus propias habilidades. Comenzó a explorar el estanque y se dio cuenta de que tenía un don especial: podía nadar más rápido que cualquier otra rana. Se zambullía y hacía giros acrobáticos bajo el agua. Ella se divertía mientras que las ranas la miraban con admiración.

Un día, se organizó una competencia de nadadores. Rita se unió y, al sonar la señal de salida, se lanzó al agua. Nadó como nunca, superando cada obstáculo y alcanzando la meta en un abrir y cerrar de ojos.

"¡Felicidades, Rita! ¡Sos la mejor nadadora!", le gritaron sus amigos.

Desde aquel día, Rita se volvió la reina del agua. Todos los días, organizaban carreras de natación y ella se sintió feliz. Aprendió que había encontrado su habilidad especial y que no necesitaba compararse con los demás.

Sin embargo, un día, los sapos comenzaron a saltar tan alto que uno de ellos, llamado Sapo Aventura, quedó atrapado en una rama alta. Todos los demás sapos intentaron ayudarlo, pero no podían llegar tan alto.

"¡Ayuda!", gritó Sapo Aventura, mientras todos miraban desde abajo.

Rita se dio cuenta de que podía ayudar. "¡Voy a nadar al otro lado del estanque y trepar por el tronco!", exclamó. Nadó rápidamente hacia el otro lado y, usando su velocidad, logró alcanzar la rama con una gran ola. Luego, se impulsó con fuerza hasta la cima.

"¡Agárrate de mí!", dijo Rita a Sapo Aventura. Usando su fuerza, lo ayudó a bajar mientras todos los sapos miraban admirados.

Cuando ambos llegaron a tierra firme, las ranas y los sapos estallaron en aplausos. "¡Rita, sos una heroína!", gritó Pipa. "¡Esto fue increíble!", añadió uno de los sapos.

Rita, sonriendo, se dio cuenta de que no necesitaba saltar para ser especial. Su habilidad de nadar la ayudó a hacer algo bien grande y todos aprendieron que cada uno tiene algo especial que ofrecer. Desde entonces, el estanque fue un lugar aún más feliz, donde todos celebraban sus diferencias.

Y así, la rana que no sabía saltar aprendió que su valor no estaba en lo que no podía hacer, sino en lo que podía lograr con sus propios talentos. Rita se volvió un símbolo de amistad y aceptación entre todas las criaturas del estanque. Y, más importante aún, aprendió que siempre había un camino para ayudar a los demás, sin importar cómo de diferente te sientas.

– "¡Que vivan las ranas y los sapos juntos!", gritó Rita, y todos aplaudieron con alegría.

Y desde aquel día, Rita siguió nadando en su estanque, feliz de ser quien era, y siempre lista para enfrentar nuevos desafíos con sus amigos a su lado.

FIN.

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