La Rana y el Charco Mágico



En un rincón del vibrante bosque de la Ciudad de los Saltos, vivía una pequeña rana llamada Rita. Rita era conocida en todo el lugar por su habilidad para saltar. Sin embargo, había algo que la hacía sentir un poco triste: aunque saltaba muy alto y lejos, nunca había logrado encontrar el charco perfecto para jugar.

Un día, mientras paseaba al borde de la charca de las Maravillas, escuchó un sonido peculiar. Era un suave murmullo que parecía provenir del agua. Intrigada, se acercó y se asomó al borde del charco, donde se encontró con un lindo pez llamado Pablo.

"Hola, señora rana. ¿Por qué tan pensativa?" - le preguntó Pablo.

"Hola, Pablo. Estoy un poco desanimada. Aún no he encontrado el charco perfecto para saltar. ¿Sabés de alguno?" - respondió Rita.

Pablo sonrió, con su aleta moviéndose alegremente.

"¡Yo sé de uno! Se llama el Charco Mágico, y se dice que quien salte en él encontrará alegría y nuevas amistades. Pero, ¡ten cuidado! Está en el corazón del bosque, y el camino puede ser un poco peligroso."

Rita, decidida a buscar el charco mágico, le agradeció a Pablo y partió en su aventura. A medida que avanzaba, se encontró con obstáculos: un río caudaloso y un terreno rocoso. Sin embargo, con cada salto, superaba los retos, recordando las palabras de Pablo.

Finalmente, llegó a un claro iluminado por el sol. En el centro, brillaba el Charco Mágico, rodeado de flores de colores. Fue entonces cuando decidió que era el momento indicado para saltar.

"¡Aquí voy!" - gritó emocionada.

Rita tomó impulso y dio un gran salto. Al caer en el charco, sintió una energía vibrante, como si el agua la abrazara. De repente, empezó a nadar en círculos, riendo mientras el agua salpicaba. Pero en medio de su alegría, sentía que algo lo faltaba. Miró alrededor y se dio cuenta de que estaba sola.

"¿Por qué no hay nadie más aquí?" - se preguntó, un poco decepcionada.

Cuando se le pasó el asombro, un estruendo sacudió el bosque. Era un grupo de animales: liebres, pájaros y hasta un zorro curioso.

"¿Qué es ese sonido?" - preguntó una liebre asustada.

"¡Vamos a ver!" - propuso un pajarito que revoloteaba emocionado.

Rita, al ver que otros también se sentían intrigados, decidió ir junto a ellos. Juntos, siguieron el sonido y descubrieron que un tronco caído estaba bloqueando el paso de otro pequeño charco donde varios animales intentaban cruzar. Se miraron entre ellos y comenzaron a pensar en cómo ayudar.

"Yo puedo saltar alto y empujar el tronco desde el otro lado," - dijo Rita con valentía.

"Pero, ¿y si no puedes?" - le cuestionó el zorro, un poco preocupado.

"No importa. Si nosotros trabajamos juntos, ¡podremos hacerlo!" - exclamó la rana.

Animados por el valor de Rita, todos decidieron colaborar. La liebre fue a conseguir un grupo de pájaros para que les dieran dirección. Mientras tanto, los otros animales ayudaban a sujetar el tronco. Con mucha determinación y trabajo en equipo, lograron mover el tronco y liberar el paso del agua.

Al finalizar, los animales saltaron y gritaban de alegría.

"¡Lo logramos!" - celebraban todos juntos.

Rita, emocionada de haber ayudado, se dio cuenta de que aunque había buscado su charco perfecto, había encontrado algo mucho mejor: nuevos amigos.

"¿Ven? Este es el verdadero tesoro, ¡la alegría de ayudar a otros!" - concluyó.

Desde entonces, cada vez que Rita saltaba en el Charco Mágico, no solo disfrutaba de su refrescante agua, sino que siempre lo hacía rodeada de amigos, porque había aprendido que la diversión se multiplica cuando se comparte. Y así, la pequeña rana nunca volvió a sentirse sola, y el bosque de la Ciudad de los Saltos nunca dejó de resonar con risas y saltos de alegría.

FIN.

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