La Rana y la Princesa
En un bosque encantado, vivía una rana llamada Rufi. Rufi era una rana curiosa y soñadora, que pasaba sus días explorando los rincones del lago y charlando con los demás animales. Sin embargo, había algo que siempre había deseado: conocer el mundo fuera del bosque.
Un día, mientras Rufi se asoleaba en una piedra, escuchó un murmullo entre los árboles. Decidió acercarse y descubrió a un grupo de princesas jugando a la orilla del lago. Una de ellas, la princesa Sofía, tenía una risa contagiosa.
- “¡Hola, Rufi! ¿Por qué no te unes a nosotras? ” - invitó Sofía.
Rufi, tímida, pero emocionada, saltó a la orilla.
- “¿Puedo jugar con ustedes? ” - preguntó la rana.
- “¡Claro! Pero debes saber que las ranas no suelen jugar con princesas”, respondió Sofía riendo.
Rufi se sintió triste, pero no se rindió. Decidió que quería demostrarles que una rana podía ser tan divertida como una princesa. Comenzó a hacer piruetas y a contarles historias de sus aventuras en el bosque. Las princesas se rieron, se sorprendieron y comenzaron a disfrutar de su compañía.
Pasó el tiempo, y cada vez que las princesas regían al lago, Rufi estaba ahí, lista para compartir sus historias. Un día, mientras jugaban, un hechizo oscuro cayó sobre el bosque. Las flores marchitaron y la alegría se desvaneció.
- “¿Qué ha pasado? ” - preguntó Rufi preocupada.
- “Un malvado dragón ha lanzado un hechizo. Solo la risa de una princesa puede romperlo”, explicó Sofía.
Rufi sintió un nudo en el estómago. Ella no era una princesa, ¿cómo podría ayudar?
- “¡Pero tengo una idea! ” - dijo de repente.
- “¿Qué? ” - preguntaron las princesas.
- “¡Voy a hacerlas reír! ” - exclamó Rufi.
Las princesas se miraron confundidas, pero confiaron en su amiga. Rufi decidió hacer una actuación cómica. Comenzó a saltar, a hacer caras graciosas y a imitar a otros animales del bosque. Las princesas comenzaron a reírse y, con cada risa, el hechizo se debilitaba un poco más.
- “¡Sigue, Rufi! ¡Estamos casi ahí! ” - animó Sofía.
Finalmente, con un último salto y una imitación de un pato torpe, las risas estallaron entre las princesas. Y entonces, un resplandor iluminó el bosque. Las flores comenzaron a florecer nuevamente y el hechizo se rompió por completo.
- “¡Lo hiciste, Rufi! ” - gritó Sofía con alegría.
En ese momento, un destello mágico rodeó a Rufi. Cuando la luz desapareció, Rufi se encontró frente a un espejo, pero no era la rana que veía. Era una hermosa princesa, con un vestido brillante y una corona en la cabeza.
- “¿Soy yo? ” - preguntó Rufi, atónita.
- “¡Eres hermosa! ” - exclamó Sofía. - “Pero recuerda, no cambiaste por ser una rana. Cambiaste porque mostraste tu verdadero yo. Fuiste tú misma y eso te hizo brillar.”
Rufi sonrió, y en su corazón supo que no necesitaba ser otra persona para ser especial. Desde ese día, Rufi, la princesa rana, y las princesas del bosque siguieron explorando, aprendiendo y riendo juntas.
- “¿Podemos ser amigas para siempre? ” - preguntó Rufi, con los ojos llenos de esperanza.
- “¡Por supuesto! ” - contestaron todas al unísono, felices.
Así, Rufi aprendió que la verdadera belleza viene de ser uno mismo y nunca subestimar el poder de la amistad y la risa. Y así fueron felices en su bosque encantado, donde las ranas y las princesas podían compartir su alegría.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.