La Ranita Bailarina y el Gran Concurso de Danza
Había una vez, en un encantador estanque rodeado de flores de colores, una pequeña ranita llamada Rita. Rita tenía un sueño muy especial: deseaba ser la mejor bailarina del mundo. Cada mañana, cuando el sol comenzaba a asomarse, ella saltaba de hoja en hoja, moviendo sus patitas y girando como una verdadera artista.
"¡Mirá cómo baila!", exclamó Pipo, el pez, nadando alrededor de ella.
"Es increíble, ¡necesitamos que alguien la vea!", añadió Lila, la libélula, mientras hacía piruetas en el aire.
Rita se sentía feliz pero también insegura, ya que nunca había mostrado su talento a otros animales del bosque. Un día, en el estanque, se enteró de un gran concurso de danza que se celebraría en la Selva Alegre, donde participarían las mejores criaturas del lugar.
"¡Deberías inscribirte!", exclamó Pipo emocionado.
"Pero... ¿y si no les gusta lo que hago?", respondió Rita con voz temblorosa.
"Tienes que intentarlo, Rita. ¡La práctica hace al maestro!", animó Lila.
Con un nuevo brillo en sus ojos, Rita decidió que iba a participar. Los días pasaron y ella se entrenó con mucho esmero. Cada vez que se caía o se sentía cansada, miraba a sus amigos que la apoyaban.
Un día, Rita estaba practicando sus saltos cuando un viejo búho llamado Don Gato se acercó.
"¿Por qué estás tan triste, jovencita?", preguntó con voz suave.
"Quiero ser la mejor bailarina, pero cada vez que practico, pienso que no puedo hacerlo", admitió ella.
"Recuerda, pequeña ranita, que lo importante no es ser la mejor, sino disfrutar mientras bailas y dar lo mejor de ti. ¡El esfuerzo vale más que el resultado!", le sonrió el búho.
Las palabras de Don Gato resonaron en la mente de Rita. Decidió que, sin importar lo que pasara en el concurso, disfrutaría cada salto y cada giro. Finalmente, llegó el día del concurso. Rita estaba muy nerviosa. Cuando vio a todas las criaturas talentosas que participaban, su corazón latía con fuerza.
"¿Y si me olvido de los pasos?", murmuró para sí misma.
"¡Tú podés, Rita! No olvides bailar con el corazón", le gritó Lila desde la multitud.
Cuando le llegó el turno, Rita se subió al escenario. Al ver a los demás animales animándola, comenzó a bailar. Se dejó llevar por la música y las risas que llenaban el aire. Saltó, giró y brilló con cada movimiento, sintiendo que el entusiasmo la envolvía. Al final de su presentación, todos los animales aplaudieron con alegría.
"¡Eres fantástica, Rita!", gritó Pipo con entusiasmo.
"¡Lo hiciste increíble!", agregó Lila.
Cuando se anunciaron los ganadores, Rita no ganó el primer lugar, pero recibió un premio especial por ser la más alegre y divertida. En lugar de sentirse triste, se sintió orgullosa de haber compartido su danza con todos y comprendió que su valor no radicaba en ganar, sino en atreverse a ser quien realmente era.
"Hoy aprendí que bailar es más que competir. Es compartir alegría y amistad", reflexionó sonriente mientras abrazaba a sus amigos.
"¡Exacto! La verdadera danza está en el corazón", dijo Don Gato desde el fondo de la multitud.
Y así, la ranita bailarina siguió mostrando su talento todos los días, ahora con más confianza y amor. Esa fue la hermosa historia de Rita, la ranita que aprendió que lo más importante es nunca dejar de seguir sus sueños y disfrutar cada momento, porque la vida es una danza maravillosa que hay que celebrar cada día.
FIN.