La Ranita Traviesa y Su Festín



En un tranquilo charco del bosque, vivía una pequeña ranita llamada Rita. Rita era conocida por ser muy traviesa y siempre estaba buscando nuevas aventuras. Un día, mientras saltaba de hoja en hoja, escuchó un rumor entre los animales.

"¡Escuchen, amigos! ¡Este sábado habrá un gran festín en el estanque!" - gritó el pájaro Pedro, que era conocido por ser el mensajero del bosque.

La ranita se emocionó al instante. Sabía que debía asistir, pero su corazón travieso le decía que tendría que llevar algo especial para compartir.

"¡Voy a hacer la mejor torta de insectos de la historia!" - decidió Rita, imaginando la reacción de sus amigos.

Esa tarde, comenzó a revolucionarse con su elaboración. Se la pasaba atrapando insectos aquí y allá. Hizo una lista de ingredientes:

- Moscas fritas, hormigas caramelizadas y un toque de rocío fresco - y empezó a mezclar todo en una gran hoja de loto.

Cuando llegó el día del festín, Rita se sentía orgullosa de su torta. Todos los animales se agolpaban alrededor del estanque, donde el aroma de la comida llenaba el aire.

"¡Miren lo que traje!" - exclamó Rita, levantando su creación. Todos los animales se acercaron con curiosidad, aunque algunos fruncían el ceño ante la peculiar apariencia de la torta.

"¡Eso se ve diferente!" - dijo la tortuga Tomás.

"¡Dame un mordisco!" - advirtió el ratón Miguel, con su pequeño hocico reluciendo de emoción.

Rita, impulsada por su travesura, empujó un gran trozo de torta hacia el ratón. Sin pensarlo, Miguel tomó un gran bocado y... ¡comenzó a reírse, sorprendido!"¡Esto es... ¡delicioso!" - afirmó Miguel, mientras los demás lo seguían, probando un poco también.

Sin embargo, mientras todos disfrutaban de la torta, uno de los animales, la ardilla Susi, comenzó a notar que muchos de los demás estaban atiborrándose.

"¡Espera! ¡No pueden comerse todo de una vez! ¡Es para compartir!" - chilló Susi.

"Pero, ¡es tan rico!" - protestó el loro Lucho, que ya había comido más de la mitad.

"Sí, pero si no compartimos y comemos a la vez, no quedará nada para los que lleguen tarde. ¡Hay que disfrutarlo!" - añadió Rita.

Fue en ese momento que todos se dieron cuenta de que estaban tan absortos en la comida que se olvidaron de considerar a sus amigos que estaban aún por llegar. Entonces, un pequeño grupo de ranas recién llegadas se acercó al festín, con sus brazos abiertos.

"¿Podemos unírnos a ustedes?" - preguntó una de ellas, mirando ansiosamente a la mesa.

Rita se sintió mal; no había pensado en cuántos animales podrían no tener comida. Así que decidió que era hora de hacer algo al respecto.

"¡Claro que sí! A todos nos encanta compartir. Igual tengo una idea. Vamos a hacer más tortas y platos para que todos tengan!" - propuso con energía.

Todos los animales se pusieron a trabajar. Mientras algunos hacían más tortas, otros recogían hojas frescas y frutas silvestres. El festín se convirtió en una celebración donde cada uno traía algo especial y los animales compartían y reían juntos.

Al finalizar el día, el estanque estaba lleno de colores y sabores. Todo el mundo compartió no solo la comida, sino también historias y risas. La traviesa Rita aprendió una lección importante esa tarde.

"Nunca debemos olvidarnos de que lo mejor de un festín es poder compartirlo con amigos. ¡Gracias a todos por ayudarme!" - dijo, mirando a sus amigos.

"¡Y gracias a vos por la torta y recordarnos la importancia de compartir!" - respondieron a coro.

Desde aquel día, la ranita Rita se convirtió en la organizadora de los festines en el bosque, recordando siempre a sus amigos que la alegría se multiplica cuando se comparte. Y así, cada reunión se volvió un momento especial, lleno de amistad y risas.

Y así termina la historia de Rita, la ranita traviesa, quien aprendió que los mejores festines son aquellos donde todos pueden participar y disfrutar juntos, llenos de amistad y amor.

FIN.

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