La Rata Valiente



Era un día como cualquier otro en la escuela primaria de Villa Esperanza. Los alumnos estaban inmersos en sus clases de matemáticas cuando, de repente, un pequeño bulto gris apareció en la puerta. Al principio, nadie prestó atención, pero cuando la rata salió al pasillo y se asomó a la clase, el alboroto fue inminente.

- ¡Ay, una rata! - gritó Sofía, mientras se subía a su silla.

- ¡No se asusten, es solo un roedor! - intentó calmar Juanito, aunque incluso él sentía un cosquilleo de miedo en su barriguita.

- ¡Yo no quiero que esté aquí! - exclamó Camila, con los ojos bien abiertos.

Los gritos de los chicos resonaban por toda la aula. La maestra Emilia salió de su despacho al escuchar el bullicio.

- ¿Qué está pasando, chicos? - preguntó, sorprendida.

Al ver a la rata, la maestra también se sorprendió, pero decidió actuar de forma valiente.

- Chicos, tranquila. Lo primero que debemos hacer es no hacerle daño. - dijo.

Así que, con un poco de ingenio, la maestra llevó a los alumnos a formar un semicírculo en el salón, intentando que no se asusten más.

- Miren, la rata no quiere hacernos daño. Solo está asustada, como ustedes. Vamos a darle una oportunidad. - propuso.

Los chicos, temerosos pero curiosos, comenzaron a observar a la rata que, en realidad, parecía tan nerviosa como ellos.

- Me parece que está buscando comida. - dijo Juanito, apenado.

Sofía, viendo que todos los niños estaban un poco más tranquilos, recordó el almuerzo que había dejado en su mochila.

- ¡Yo tengo una galletita! - exclamó, rompiendo un trozo y acercándolo lentamente hacia la puerta.

La rata, intrigada por la galletita, se acercó despacito. Todos los niños contenían la respiración, esperando ver qué pasaría.

- ¡Mirá! - gritó Camila. - ¡Se atreve a acercarse!

La rata tomó el trozo de galleta entre sus pequeñas patas y se lo llevó a un rincón. En ese momento, un cambio de actitud se notó en la habitación. El miedo se transformó poco a poco en fascinación.

- ¿Y si la llamamos Rati? - sugirió Juanito riéndose.

- ¡Sí! Rati, la rata valiente. - rieron todos, dejando atrás el asombro inicial por el miedo.

La maestra Emilia sonrió, satisfecha por haber guiado a los niños a cambiar sus emociones.

- Rati está aquí, en la clase, porque puede haber estado perdida o asustada. A veces, lo que tememos puede ser un poco diferente de lo que pensamos. - dijo la maestra. - ¿Acaso se animarían a aprender más sobre ratas?

Los chicos asintieron con entusiasmo. Así comenzó una pequeña lección sobre la vida de las ratas. Aprendieron que son limpias, muy inteligentes y que en la naturaleza cumplen su propia función.

- ¡Esto es genial! - exclamó Sofía. - No sabía que eran tan interesantes.

A medida que pasaba el tiempo, la curiosidad de los niños creció cada vez más. Así que, decidieron hacer un proyecto sobre estos roedores, investigando en libros y en internet.

Al final de la tarde, Rati se despidió, dejando un grupo de chicos llenos de datos curiosos y valientes. Entendieron que a veces, los miedos son solo la oportunidad de conocer algo nuevo.

- ¡Hasta luego, Rati! - gritaron a la par al salir al pasillo.

De ese día, nunca olvidaron a la temida rata. Se dieron cuenta de que, si hubieran dejado que el miedo les ganara, nunca habrían tenido la oportunidad de aprender y crecer. Cada vez que se asustaban, recordaban a Rati y se llenaban de valor.

Así, la pequeña rata se convirtió en el símbolo de sus fortalezas y valentías en cada nuevo desafío que se presentara en sus vidas, demostrando que ser valiente a veces implica simplemente dar un paso hacia lo desconocido.

FIN.

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