La rayuela de las tazas de Martina


En una soleada mañana de primavera, en la cocina de la casa de Martina, las tazas decidieron jugar a la rayuela en la mesa.

Martina era una niña curiosa y creativa que les había dado vida a sus tazas favoritas con un hechizo mágico que aprendió de un viejo libro. Las tazas, emocionadas por la idea de jugar a un nuevo juego, se agruparon alrededor del tablero dibujado con tiza en la mesa.

Había números del 1 al 10 y los cuadros estaban decorados con colores brillantes y llamativos. - ¡Qué divertido! ¡Vamos a jugar! -exclamó Taza Azul, saltando hacia el primer cuadro con entusiasmo. - Sí, sí, vamos todas juntas.

¡Será genial! -añadió Taza Roja mientras daba pequeños brincos detrás de Taza Azul. Las demás tazas se miraron entre sí con alegría y comenzaron a lanzar una tapita metálica para decidir quién sería la siguiente en jugar.

Taza Amarilla fue la elegida y se acercó al tablero con cautela. - ¡Uno, dos y tres! -gritó Taza Amarilla antes de saltar al segundo cuadro con destreza. Las tazas seguían avanzando por el tablero, riendo y disfrutando cada momento del juego.

Sin embargo, cuando llegaron al número seis, algo inesperado sucedió. Un fuerte viento entró por la ventana abierta y revoloteó las servilletas sobre la mesa, borrando parte del dibujo de la rayuela.

- Oh no, ¿y ahora qué hacemos? -preguntó preocupada Taza Verde mientras miraba el desorden en el tablero. Martina observaba desde lejos sin intervenir directamente en el juego. Ella sabía que las tazas debían aprender a resolver problemas por sí mismas para fortalecer su autonomía y creatividad.

- Tranquilas amigas, podemos improvisar un nuevo recorrido para seguir jugando -propuso Taza Naranja con optimismo. Las otras tazas asintieron emocionadas ante la idea e inmediatamente comenzaron a trazar un nuevo camino en la mesa con trozos de hilo colorido que encontraron cerca.

El nuevo diseño era aún más creativo y desafiante que el anterior. Con renovado entusiasmo, las tazas continuaron jugando a través del intrincado recorrido improvisado.

Descubrieron nuevas formas de divertirse juntas mientras desarrollaban habilidades como trabajo en equipo, resolución de problemas y pensamiento flexible. Al finalizar el juego, las tazas estaban radiantes y satisfechas por haber superado juntas los obstáculos que se presentaron durante la partida.

Se dieron cuenta de lo importante que era adaptarse a los cambios e improvisar soluciones creativas para seguir adelante. Martina sonrió orgullosa al ver el crecimiento personal de sus amigas tazas gracias al desafío superado durante aquella partida especial de rayuela en la mesa.

Sabía que habían aprendido valiosas lecciones que llevarían consigo para siempre: nunca rendirse frente a los obstáculos y encontrar alegría incluso en los momentos más difíciles.

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