La Rebelión de Sofía
Érase una vez en un pequeño pueblo, una niña de diez años llamada Sofía. Ella era conocida por ser muy curiosa y tener un gran corazón, pero también era una niña que a menudo se sentía restringida por las reglas de sus padres.
Un día, mientras estaba en el jardín de su casa, Sofía escuchó a sus amigos jugar a lo lejos. Se sentó en una piedra y pensó: "¿Por qué no puedo jugar como ellos? Mis papás siempre dicen que tengo que hacer mi tarea primero y no tengo tiempo para divertirme". Sofía decidió que este sería el día en el que desobedecería a sus padres y se iría a jugar con sus amigos.
Cuando llegó el momento, Sofía miró por la ventana de su habitación. Sus padres estaban ocupados en la cocina. Con el corazón latiendo con fuerza, se vistió rápido y salió corriendo hacia el parque. Allí estaban Tomi, Luisa y Mateo, riendo y jugando al fútbol.
"¡Sofía! ¡Por fin llegas!" - gritó Tomi, mientras le lanzaba la pelota.
"¡No puedo creer que hayas venido!" - exclamó Luisa.
Sofía se sintió feliz. Sin embargo, a medida que pasaban las horas, comenzó a preocuparse por lo que dirían sus padres cuando descubrieran que se había escapado. La diversión se transformó en indecisión. Antes de que se diera cuenta, ya era tarde, y decidió que era hora de volver a casa.
Al llegar, sus padres la estaban esperando en la puerta, con caras de preocupación.
"Sofía, nos asustaste. ¿Dónde estabas?" - dijo su mamá.
"Fui a jugar con mis amigos..." - respondió Sofía, con la cabeza gacha.
"Sabés que tenés tareas que hacer, ¿verdad?" - le recordó su papá.
Sofía asintió, sintiéndose culpable. En lugar de responder, subió a su habitación y revisó sus tareas. En ese momento, se dio cuenta de que no solo había desobedecido a sus padres, sino que también había dejado de lado sus responsabilidades. No se sentía tan libre como pensaba y, en cambio, comprendió que cada parte de su vida ocupaba un lugar importante.
Al día siguiente, decidió hablar con sus padres.
"Mamá, papá, quiero pedirles disculpas por ayer. Me fui a jugar sin avisarles y sé que eso los preocupó" - dijo Sofía, con sinceridad.
Sus padres la miraronSonriendo, se acercaron y le dieron un abrazo.
"Está bien, Sofía. Lo importante es que te cuidás. Pero también necesitamos que cumplas con tus responsabilidades" - dijo su mamá.
"Podemos organizar un horario en el que puedas jugar después de que termines tus tareas" - propuso su papá.
Sofía sonrió, sintiéndose aliviada. Juntos, hicieron un plan que le permitió tener tiempo para jugar y también para estudiar. Así, Sofía aprendió que la disciplina y la diversión pueden ir de la mano.
Desde aquel día, Sofía nunca volvió a desobedecer a sus padres de la misma manera. Comprendió que los límites que le ponían eran porque se preocupaban por ella. Jugar con sus amigos se volvió más divertido porque ya sabía que lo podía hacer sin tener que sentir culpa. Sofía se dio cuenta que desobedecer no era la solución, sino más bien una búsqueda por equilibrio en su vida.
Al final, Sofía se convirtió en una niña feliz y responsable, y aunque a veces sentía ganas de rebelarse, siempre recordaba la importancia de ser honesta con sus padres. Y así vivió cada día, disfrutando de la alegría del juego y la satisfacción de haber aprendido la lección más importante: la libertad viene con responsabilidad.
FIN.