La reconciliación en la cancha



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos amigos llamados Mateo y Lucas. Desde que eran muy pequeños, siempre estaban juntos, jugando y riendo sin parar.

Pero un día, algo extraño sucedió: comenzaron a distanciarse y ya no pasaban tanto tiempo juntos como antes. Mateo se sentía triste y confundido por esta situación. No entendía qué había pasado entre ellos para que su amistad se enfriara de repente.

Por otro lado, Lucas también estaba pasando por lo mismo. Ambos guardaban sus sentimientos en lo más profundo de sus corazones, sin atreverse a hablar sobre ello.

Un día soleado, mientras caminaban por el parque cada uno por su lado, Mateo vio a un grupo de niños jugando al fútbol. Recordó los buenos momentos que solían pasar juntos practicando ese deporte y decidió dar el primer paso para solucionar las cosas.

Se acercó tímidamente hacia Lucas y le dijo: "Oye amigo, ¿te gustaría jugar al fútbol como antes? Extraño esos momentos divertidos que teníamos juntos". Lucas miró sorprendido a Mateo pero asintió con la cabeza. Se dirigieron hacia el campo de fútbol y empezaron a jugar como si nada hubiera pasado entre ellos.

A medida que jugaban, los recuerdos felices comenzaron a fluir en sus mentes. Después del partido, ambos estaban cansados pero contentos. Sentados en la banca del parque respirando agitadamente, Mateo rompió el silencio diciendo: "Lucas...

siento que nuestra amistad ha cambiado últimamente. Me duele ver que ya no somos tan cercanos como antes". Lucas bajó la mirada y suspiró: "Tienes razón, Mateo. También he sentido lo mismo. Pero no sabía cómo hablar de ello".

Mateo le puso una mano en el hombro a Lucas y dijo: "Creo que es hora de que hablemos sobre nuestros sentimientos. No podemos dejar que esto arruine nuestra amistad".

Lucas asintió con tristeza y comenzaron a compartir sus preocupaciones y miedos. Resulta que ambos habían estado pasando por problemas personales, pero nunca se habían dado cuenta porque estaban demasiado ocupados guardando silencio.

A medida que compartían sus sentimientos, se dieron cuenta de cuánta falta se hacían mutuamente y cuánto valoraban su amistad. Decidieron hacer un pacto de ser más abiertos el uno con el otro y prometieron nunca permitir que los malentendidos o las diferencias los separaran nuevamente.

A partir de ese día, Mateo y Lucas fortalecieron su amistad al hablar abiertamente sobre cualquier problema o inquietud que tuvieran. Aprendieron a escucharse mutuamente sin juzgar ni guardar resentimientos. Con el tiempo, su amistad volvió a ser tan fuerte como antes e incluso más profunda.

Aprendieron la importancia de comunicarse para resolver conflictos en lugar de ignorarlos o alejarse. Y así, Mateo y Lucas demostraron a todos los niños del pueblo cómo una buena comunicación puede salvar una amistad valiosa.

Desde entonces, se convirtieron en ejemplo para otros amigos con problemas similares. La moraleja de esta historia es que siempre es mejor hablar sobre nuestros sentimientos y preocupaciones en lugar de guardarlos para nosotros mismos.

La comunicación abierta y sincera es la clave para mantener una amistad fuerte y duradera.

FIN.

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