La redención de Sumaq
Había una vez en un pequeño pueblo en las montañas de Argentina, dos niños muy especiales: la niña Sami y el niño Unay.
Sami era valiente y curiosa, siempre dispuesta a ayudar a los demás, mientras que Unay era inteligente y amable, con un gran corazón. En ese mismo pueblo vivía un señor malvado llamado Sumaq. Sumaq era conocido por su crueldad y su falta de compasión hacia los demás.
Siempre se burlaba de los niños del pueblo y les hacía travesuras malvadas. Un día, Sami y Unay cayeron en manos de Sumaq. Este los maltrató sin piedad, haciéndoles pasar por momentos muy difíciles.
Pero Sami y Unay nunca perdieron la esperanza ni dejaron de luchar por sobrevivir. Sin embargo, en uno de esos terribles maltratos, Sami y Unay perdieron la vida. Sus almas no descansaron en paz; se convirtieron en espíritus vengativos que atormentaban a Sumaq cada noche.
Sumaq comenzó a escuchar extraños ruidos durante la noche, susurrando sus nombres: "Piñakiq Supaykuna". Se sentía perseguido por algo que no podía ver pero que sí podía sentir: el remordimiento por haber lastimado a dos seres tan puros como Sami y Unay.
Una noche oscura, cuando Sumaq estaba más asustado que nunca, los espíritus de Sami y Unay se le aparecieron frente a él.
En lugar de querer venganza, le ofrecieron su perdón si él cambiaba su actitud cruel por una más amable y compasiva. Sumaq sintió una profunda emoción al ver a los dos niños convertidos en espíritus bondadosos. A partir de ese momento, decidió transformar su vida y dedicarse a hacer el bien en el pueblo.
Ayudaba a quienes lo necesitaban, reparaba sus errores del pasado con acciones positivas e inspiraba a otros con su cambio sincero.
Los espíritus de Sami y Unay encontraron finalmente la paz al ver cómo habían logrado tocar el corazón del hombre malvado que una vez los lastimó. Su historia se convirtió en ejemplo para todos en el pueblo sobre el poder del perdón, la redención y la bondad.
Y así fue como la presencia de Piñakiq Supaykuna se convirtió en una leyenda transmitida entre generaciones como recordatorio de que incluso las almas más puras pueden encontrar consuelo después del dolor más profundo mediante actos nobles e inspiradores.
FIN.