La Reina de Casa
Había una vez, en un pequeño y colorido reino, una reina hermosa llamada Ailén. Ella no vivía en un gran palacio, como era de esperar, sino en una acogedora casita de madera al borde de un bosque encantado. Su belleza era igualada solo por su amabilidad y gran corazón.
Un día, Ailén decidió organizar un gran festival en su casa para celebrar la llegada de la primavera. Invitó a todos los habitantes del reino, desde los animales del bosque hasta los habitantes de las aldeas cercanas.
"¡Venid todos! ¡Celebraremos la primavera juntos!" - exclamó Ailén con entusiasmo, mientras colgaba coloridos globos y flores por toda su casa.
Los días pasaron y la reina trabajó duro para que todo estuviera listo. Esos preparativos, sin embargo, comenzaron a agitar a los habitantes del reino, quienes se preguntaban:
"¿Una reina organizando un festival en una casa? ¡Nunca hemos visto algo así!" - murmullaban a sus espaldas.
Pero Ailén no se desanimó. Sabía que lo más importante era compartir y disfrutar juntos. El día del festival, la reina preparó una mesa llena de deliciosos pasteles, empanadas y limonada fresca. Cuando los habitantes llegaron, quedaron asombrados por la calidez de la casa y la energía que llenaba el aire.
"¡Esto es increíble!" - dijo un pajarito que había volado desde el bosque, mientras picoteaba una galletita.
"¡Nunca había probado algo tan rico!" - añadió un conejo muy curioso, con las orejas en alto.
Entre risas y juegos, los habitantes del reino comenzaron a hablar y a conocerse, disfrutando de la compañía de los demás. Sin embargo, al poco rato, un rayo de luz comenzó a brillar desde la casa, haciendo que todos se detuvieran.
"¿Qué es eso?" - preguntó asustado un niño del pueblo.
Ailén, con una sonrisa, les dijo:
"Es solo la magia de la amistad."
"Cuando compartimos amor y alegría, creamos un lazo que ilumina todo a nuestro alrededor.
Pero lo que no sabían era que esa luz también tenía un propósito. Al ver la felicidad en los rostros de los habitantes, la naturaleza misma decidió ayudarles. Flores que habían estado marchitas durante el verano comenzaron a florecer una vez más, y los árboles parecían sonreír con sus ramas llenas de hojas brillantes.
"Mira, los árboles parecen bailar con nosotros..." - observó una ancianita que nunca había salido de su casa antes.
Pero no todo fue perfecto. En medio del festival, apareció un dragón que había escuchado de la belleza de la casa de la reina. Se acercó, asustando a todos con su gran tamaño.
"¡Quiero todo el oro de esta casa!" - rugió el dragón, con voz temblorosa.
Los habitantes se asustaron y comenzaron a murmurar, pero Ailén, calmada y serena, se acercó al dragón.
"Querido dragón, no tenemos oro aquí. Pero sí tenemos algo mucho más valioso: amistad, alegría y la magia de compartir. ¿Te gustaría quedarte y disfrutar del festival?"
El dragón, un poco confundido, se detuvo. Miró a su alrededor y vio las sonrisas de los niños y el aroma de la comida casera.
"¿Puedo unirme a ustedes?" - preguntó el dragón con un suave tono de voz.
"¡Por supuesto!" - replicó Ailén, tomando su mano con dulzura.
Entonces, el dragón se unió al festival. Hizo trucos de magia y, en lugar de asustar, hizo reír a todos.
La luz que había brotado desde la casa se intensificó y, por primera vez, el dragón sonrió verdaderamente.
Con cada abrazo, cada risa y cada gesto de amistad, la casa de la reina Ailén se convirtió en un faro de unión, enseñándoles a todos que compartir y formarse una comunidad es lo que realmente hace mágico la vida. Desde aquel día, el dragón nunca se sintió solo nuevamente y todos aceptaron que un hogar se construye con amor, no con oro.
Y así, el festival de la primavera se convertía en una tradición anual, donde la reina Ailén y sus nuevos amigos celebraban la amistad, la diversión y la belleza de estar juntos en su acogedora casa, mostrando a todos que el amor y la bondad brillan más que cualquier tesoro.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.