La Reina de Krikoragan
Érase una vez, en un reino lejano conocido como Krikoragan, donde reinaba la magia y la aventura. Había una chica llamada Lía y un chico llamado Sam, quienes vivían en un orfanato en el borde del bosque. Ambos eran mejores amigos y soñaban con encontrar a sus familias. Sin embargo, lo que no sabían era que Lía era, en realidad, la heredera del trono de Krikoragan. Ella había sido separada de su familia cuando era muy pequeña, sin recordar nada de su pasado.
Un día, mientras exploraban el bosque, se encontraron con un anciano misterioso llamado Merlín. Con su larga barba blanca y su manto azul, Merlín parecía un mago de cuentos. Al verlos, sonrió y les dijo:
"Hola, jóvenes aventureros. Buscan algo, ¿verdad?"
Sam respondió emocionado:
"¡Sí! Queremos encontrar a nuestras familias."
Merlín los miró detenidamente y luego se inclinó hacia Lía.
"Tú, pequeña, eres más importante de lo que crees. Tienes un destino especial."
Lía frunció el ceño, confundida.
"¿Yo? ¿Qué destino? Soy solo una chica del orfanato."
"No, querida. Eres la legítima reina de Krikoragan. Tu familia fue desterrada y tú fuiste escondida para protegerte. Ahora, el reino te necesita."
Ambos niños quedaron boquiabiertos. Lía no podía creerlo. Pensó en todos los sueños que había tenido de ser alguien importante, pero nunca se imaginó que era reina.
"Pero, ¿cómo puedo ser reina si nunca he vivido en un castillo?" - preguntó Lía con dudas.
Merlín sonrió y dijo:
"Serás la reina que el reino necesita, no la que esperan otros. Este es solo el comienzo de tu aventura."
Lía y Sam, llenos de curiosidad y un poco de miedo, decidieron seguir a Merlín hacia el Castillo Real. En el camino, se enfrentaron a obstáculos mágicos, como un puente encantado custodiado por un dragón que solo dejaba pasar a quienes eran valientes de corazón.
"No sé si puedo hacerlo," - susurró Lía, mirando al dragón que dormía en el puente.
"Tienes que intentarlo, Lía," - alentó Sam. "Recuerda, tienes un destino. Además, estoy aquí contigo."
Reuniendo valor, Lía se acercó al dragón y, en lugar de gritar o correr, le habló con amabilidad.
"Hola, gran dragón. No venimos a pelear. Solo queremos pasar y salvar a Krikoragan."
El dragón abrió los ojos, sorprendido por la valentía y la bondad de Lía. Asintió y dejó que cruzaran el puente. Lía se sintió poderosa y, por primera vez, comprendió que ser reina significaba hablar con el corazón.
Finalmente llegaron al castillo. La reina que había usurpado el trono, al ver a Lía, palideció.
"¡¿Quién es esta niña? !" - gritó la reina usurpadora. "¡No puedes ser la reina!"
Merlín levantó su bastón y exclamó:
"¡Ella es la legítima reina! Y ha llegado para reclamar su lugar."
Los súbditos se miraron entre sí, intrigados. Lía dio un paso adelante. Con su voz temblando pero firme, dijo:
"No vengo a pelear. Vengo a unir a este reino. Sólo quiero que todos se sientan felices y amados, como deberían."
Las palabras de Lía resonaron en los corazones de la gente. Poco a poco, comenzaron a aplaudir y a vitorear su nombre.
"¡Lía! ¡Lía! ¡Lía!"
La reina usurpadora, viendo la conexión que Lía tenía con el pueblo, decidió huir del castillo, dejando a Lía, ahora con el apoyo del reino. Merlín sonrió con orgullo y dijo:
"Has hecho un gran trabajo, joven reina."
Lía se volvió hacia Sam, quien saltó de alegría.
"¡Sos una reina de verdad! ¡Lo lograste!"
"Y todo gracias a ti, amigo. Sin ti no podría haberlo hecho."
Lía comprendió que, aunque era ahora reina, su aventura con Sam apenas comenzaba. Juntos, aprendieron sobre la amistad, el valor y el verdadero significado de ser líderes. Desde ese día, gobernaron Krikoragan, asegurándose de que cada niño tuviera un hogar y un lugar especial en el corazón del reino. Así, el reino floreció bajo su cuidado.
Y así, gracias a la magia de la amistad y el valor, Lía se convirtió en la reina que siempre debió ser, y Sam en su mejor amigo y confidente. El legado de la verdadera reina de Krikoragan había comenzado, lleno de amor y esperanza.
FIN.