La reina del tablero


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Sofía. Sofía tenía el cabello rizado como los rulos de la luna y unos ojos brillantes como el sol en verano.

Desde muy pequeña le apasionaba jugar al ajedrez con su abuelo Mateo, quien era un maestro en este juego milenario. Un día, mientras paseaba por la plaza del pueblo, Sofía vio un cartel que anunciaba un torneo de ajedrez para niños.

Emocionada, corrió a casa para contarle a su abuelo la noticia. "Abuelo Mateo, ¿me enseñarías a jugar aún mejor al ajedrez? Quiero participar en el torneo y ganarlo", dijo con entusiasmo Sofía.

El abuelo Mateo sonrió orgulloso y aceptó encantado enseñarle todo lo que sabía sobre el juego. Durante semanas, Sofía practicó sin descanso junto a su abuelo. Aprendió nuevas estrategias, movimientos especiales y cómo anticiparse a las jugadas del rival.

Con cada partida, Sofía se iba sintiendo más segura de sí misma y más preparada para enfrentarse al desafío del torneo. Finalmente llegó el día del torneo. La plaza estaba llena de niños con tableros de ajedrez frente a ellos, listos para demostrar sus habilidades.

El corazón de Sofía latía fuerte mientras esperaba su turno para jugar. Una tras otra, fue superando a sus contrincantes con astucia y determinación.

Cada movimiento era calculado con precisión, cada jugada pensada minuciosamente gracias a todo lo aprendido junto a su abuelo. Llegó la final y el adversario de Sofía era un niño mayor que parecía muy seguro de sí mismo. La partida fue intensa, ambos jugadores se concentraban al máximo tratando de anticiparse mutuamente.

En un momento crucial, Sofía vio una oportunidad única para hacer jaque mate y no dudó en aprovecharla. "¡Jaque mate!", exclamó triunfante Sofía mientras veía caer al rey rival. La plaza estalló en aplausos y vítores.

Sofía había ganado el torneo de ajedrez contra todo pronóstico y se convirtió en la campeona del pueblo. Su abuelo Mateo la abrazó con cariño y le dijo: "Estoy muy orgulloso de ti, querida Sofía.

Has demostrado que con esfuerzo y dedicación se pueden lograr grandes cosas". Desde ese día, todos en el pueblo admiraron a la valiente niña crespita que conquistó el tablero de ajedrez con su inteligencia y perseverancia.

Y así, Sofía siguió jugando al ajedrez no solo por diversión sino también porque descubrió que era capaz de alcanzar cualquier meta que se propusiera si ponía todo su empeño en ello.

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