La Reina Egoísta y el Poder de Compartir
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Alegreton, una niña llamada Sofía que era la reina. A pesar de su título, Sofía era muy egoísta. Tenía un hermoso castillo lleno de juguetes, pero nunca compartía nada con los demás niños del pueblo.
Un día soleado, mientras jugaba en su jardín, vio a una niña llamada Lila que tenía un colorido rompecabezas. Sofía se acercó rápidamente.
"¡Dame ese rompecabezas!" - ordenó Sofía, extendingo su mano.
"Pero Sofía, yo lo estoy jugando" - contestó Lila, con un puchero.
"No me importa, yo lo quiero ahora mismo" - dijo Sofía, arrebatándoselo de las manos.
Lila comenzó a llorar, y al escuchar el llanto, los padres de Sofía llegaron corriendo.
"¿Qué está pasando aquí?" - preguntó su mamá, preocupada.
Sofía, con cara de indiferencia, respondió:
"Nada, sólo estaba jugando con este rompecabezas."
La madre de Sofía, viendo la tristeza en el rostro de Lila, se sintió muy decepcionada.
"Sofía, esto no está bien. Tienes que aprender a compartir con los demás. Hoy, vas a ir a la casa de los pobres para comprender lo que se siente no tener lo que uno quiere." - dijo su papá, serio.
Sofía no podía creerlo. Tan pronto como llegó a la casa de los pobres, se sintió muy diferente. En lugar de un castillo brillante, encontró un hogar pequeño y sin lujos. Algunos niños estaban jugando en la calle con juguetes hechos de cartón.
"Hola, somos amigos. ¿Quieres jugar?" - le dijo un niño llamado Mateo, con una sonrisa genuina.
"¿Jugar con cartones? ¡Eso es aburrido!" - respondió Sofía, cruzando los brazos.
Sin embargo, los otros niños la miraron con amabilidad y empezaron a armar un juego improvisado. Unos minutos después, Sofía se dio cuenta de que aunque no tenían muchos juguetes, la risa y la diversión eran contagiosas.
"A ver, Sofía, ven a jugar con nosotros" - invitó Lila, aún con los ojos húmedos por la tristeza de antes.
Poco a poco, Sofía comenzó a sentirse más cómoda. Se unió a los demás niños y, para su sorpresa, se divirtió más de lo que jamás había imaginado.
"Esto realmente es genial!" - exclamó Sofía, olvidando por completo su egoísmo.
Pasaron las horas, y al final del día, Sofía se dio cuenta de que había encontrado un lugar en su corazón para la amistad y la alegría. Al llegar a casa, sus padres la estaban esperando con una sonrisa preocupada.
"¿Aprendiste algo hoy, Sofía?" - preguntó su mamá con esperanza.
"Sí, aprendí que no importa cuánto se tenga, lo verdaderamente valioso es compartir y jugar con amigos" - respondió Sofía, sonriendo.
Desde ese día, Sofía se convirtió en una reina muy diferente. Abrió las puertas de su castillo a todos los niños del pueblo, compartiendo sus juguetes y riendo juntos. El pueblo de Alegreton se llenó de alegría, y Sofía se sintió más feliz que nunca.
Y así, la antigua reina egoísta aprendió que el amor y la amistad son los tesoros más grandes que uno puede tener.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.