La Reina Manuelista y el Secreto de la Amistad



Había una vez en la ciudad de Panamá una escuela muy especial llamada Escuela Manuel Espinosa Batista. Fundada en 1960, era un lugar donde los niños aprendían no solo a leer y a escribir, sino también a soñar en grande. Cada año, la escuela celebraba un evento mágico conocido como la Reina Manuelista, donde todos los estudiantes participaban en juegos, bailes y actividades increíbles.

En la víspera de la celebración de los 64 años de la escuela, los niños estaban muy emocionados. La reina de este año se elegiría entre los estudiantes, y todos querían ser parte del evento. Entre ellos estaban Sofía, una talentosa pintora; Tomás, un experto en matemáticas; y Valentina, una gran cantante.

"Yo quiero ser la Reina Manuelista, porque tengo la mejor voz de la clase", dijo Valentina orgullosamente.

"Pero yo tengo un plan para crear el mejor mural para la celebración", respondió Sofía con entusiasmo.

"¡Ninguno de ustedes puede ser reina sin una presentación impresionante! Yo tengo una idea para un número espectacular de matemáticas", agregó Tomás con confianza.

Los tres amigos comenzaron a organizar sus presentaciones, cada uno convencido de que su talento podría llevarlos a la corona. Sin embargo, a medida que avanzaban los días, la competencia empezó a crear una distancia entre ellos.

Sofía dedicaba horas a su mural y se sentía frustrada.

"No tengo tiempo para jugar ni para ayudar a mis amigos", pensaba mientras se perdía en sus pensamientos.

Mientras tanto, Tomás ensayaba su presentación de matemáticas, pero se dio cuenta de que había dejado de reír y compartir con sus amigos.

"¿Es que esto vale la pena?", se preguntó al verse sólo en el salón.

Valentina, por su parte, comenzó a dudar de su voz.

"Si no practico todos los días, podría perder mi oportunidad”, se decía, sin darse cuenta de que su afán por ser la mejor la alejaba de Sofía y Tomás.

Una tarde, mientras todos se preparaban para la última semana antes de la celebración, el profesor Carlos les propuso una actividad.

"Hoy, amigos, quiero que trabajen en parejas. Cada uno tiene que colaborar para crear algo juntos. No importa cuál sea su talento, lo importante es el trabajo en equipo", dijo el profesor con una gran sonrisa.

Al principio, Sofía se sentía renuente.

"Yo no sé compartir mi idea del mural con otros", murmuró. Pero cuando Valentina y Tomás se unieron a ella, comenzaron a intercambiar ideas.

"¿Qué tal si hacemos el mural más grande y lo convertimos en una representación de nuestros talentos juntos?", sugirió Tomás.

"¡Sí! Sería el mejor mural que haya habido!", exclamó Valentina.

Así, unieron sus esfuerzos y recursos. Sofía pintaba, Valentina diseñaba los detalles y Tomás calculaba las proporciones. En ese momento, comprendieron que juntos eran más fuertes y creativos.

El día de la celebración llegó, y todos estaban emocionados. Cuando el momento de las presentaciones llegó, Sofía, Tomás y Valentina subieron juntos al escenario.

"Hoy no solo quiero mostrarles un mural; queremos demostrarles que la verdadera belleza se encuentra en la amistad y el trabajo en equipo", anunció Sofía.

El auditorio estalló en aplausos. La presentación no solo fue un espectáculo visual, sino un mensaje poderoso sobre cómo la colaboración puede transformar la vida. La directora de la escuela, al ver el trabajo conjunto y la alegría en los rostros de sus estudiantes, decidió que los tres serían nombrados Reyes y Reinas Manuelistas del evento.

"¡Deberíamos ser un rebaño feliz y unido!", dijo la directora mientras entregaba las coronas a los tres amigos.

Aquella celebración se convirtió en una lección que nunca olvidarían. Desde ese día, la Escuela Manuel Espinosa Batista no solo celebró la Reina Manuelista, sino que también promovió el espíritu de amistad y colaboración, recordando a todos que ser parte de una comunidad era lo que realmente hacía grandiosos a sus estudiantes. Y así, un mural que celebraba su diversidad y unidad se quedó para siempre en la escuela, recordándoles que juntos podían lograr cualquier cosa.

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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