La responsabilidad de los deseos



La banana se despertó después de cien años y se dio cuenta de que estaba en un lugar desconocido. Todo lo que podía ver a su alrededor eran árboles, flores y animales extraños.

- ¿Dónde estoy? -se preguntó la banana-. ¿Qué ha pasado mientras dormía? De repente, escuchó una voz amigable detrás de ella. - Hola, pequeña banana. Me llamo Coco. Soy un mono muy sabio y he estado esperando tu llegada durante mucho tiempo.

La banana se giró para mirar al mono y le preguntó:- ¿Por qué has estado esperando mi llegada? Coco sonrió y respondió:- Porque tú eres especial.

Eres una banana mágica, capaz de hacer grandes cosas si aprendes a usar tus habilidades correctamente. La banana no podía creer lo que estaba escuchando. Nunca había pensado en sí misma como algo especial o importante. - Pero... ¿cómo puedo ser mágica? -preguntó la banana con curiosidad.

Coco le explicó que las bananas mágicas eran raras pero muy valiosas porque tenían el poder de conceder deseos a quien las comiera. - Si alguien come una parte tuya, puede pedir cualquier cosa que desee - explicaba Coco -.

Pero debes tener cuidado porque si alguien pide algo malo o egoísta, el deseo podría convertirse en una maldición para esa persona. La banana entendió la importancia de su don y decidió ayudar a aquellos que necesitaban su ayuda.

Entonces comenzaron sus aventuras por la selva tropical, buscando personas que necesitaran cumplir sus sueños. Un día, la banana y Coco se encontraron con un búho triste que no podía volar.

El búho les contó que siempre había soñado con volar alto en el cielo para ver todo desde arriba. - ¡Yo puedo ayudarte! -exclamó la banana-. Solo tienes que comer una parte de mí y pedir tu deseo. El búho comió una parte de la banana y pidió su deseo.

Inmediatamente, sus alas comenzaron a crecer y pudo volar por primera vez en su vida. Estaba tan feliz que no paraba de dar vueltas por el aire.

La banana se sintió muy orgullosa de haber ayudado al búho y decidió seguir viajando por la selva para ayudar a más animales necesitados. Pero pronto descubrió que no todos los deseos eran buenos.

Una serpiente malvada le pidió un deseo egoísta: quería convertirse en el animal más fuerte de la selva para poder controlar a los demás animales. La banana sabía que ese deseo era peligroso, pero no podía negarse a concederlo. Así que dio una parte de sí misma a la serpiente malvada.

Sin embargo, después del deseo, algo extraño comenzó a sucederle a la serpiente. En lugar de hacerse más fuerte, se debilitaba cada vez más hasta quedar atrapada en una rama sin poder moverse.

- ¿Qué ha pasado? -preguntó asustada la serpiente malvada- ¿Por qué me siento tan débil? Coco explicó:- Tu deseo fue egoísta y malvado. La banana mágica nunca concede deseos que puedan hacer daño a otros animales. Tu deseo se ha vuelto en tu contra.

La serpiente aprendió su lección y pidió perdón por su comportamiento egoísta. A partir de ese momento, decidió ayudar a los demás animales y se convirtió en una gran amiga de la banana.

Así, la banana continuó viajando por la selva tropical, ayudando a aquellos que necesitaban cumplir sus sueños y enseñándoles el valor de pedir deseos con responsabilidad y bondad.

Y aunque muchas aventuras más vivió la pequeña banana, siempre recordaba lo importante que es usar nuestros dones para ayudar a los demás y hacer del mundo un lugar mejor.

FIN.

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