La risa mágica de Agustín
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Risas, un bebé muy especial llamado Agustín. Desde el momento en que nació, todos quedaron maravillados con su hermosura y su risa contagiosa.
Era un bebé realmente bueno y divertido. Agustín vivía junto a sus padres, Marta y Juan, en una casita de colores brillantes. Todos los días, la casa se llenaba de alegría gracias a las risas del pequeño Agustín.
Sus padres lo amaban con todo su corazón y siempre buscaban nuevas formas de hacerlo sonreír. Un día, mientras paseaban por el parque del pueblo, Agustín vio a un niño triste sentado en un banco solitario.
Sin pensarlo dos veces, el bebé se acercó gateando hacia él y comenzó a hacerle cosquillas en los pies. El niño no pudo evitar reírse ante las travesuras de Agustín. "¡Hola! Soy Agustín", dijo el bebé con una enorme sonrisa. "Hola, Agustín.
Me llamo Tomás", respondió el niño mientras jugaba con él. Desde ese día, Tomás se convirtió en el mejor amigo de Agustín. Juntos pasaban horas jugando e inventando historias divertidas que hacían reír a todos los que los rodeaban.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano al pueblo, encontraron una puerta mágica escondida entre los árboles. Sin pensarlo dos veces, decidieron aventurarse más allá de esa puerta para descubrir qué había al otro lado.
Al cruzar la puerta mágica, Agustín y Tomás se encontraron en un mundo lleno de criaturas fantásticas y seres mágicos. Había duendes traviesos que les hacían cosquillas, hadas que les cantaban canciones alegres y unicornios que los llevaban a pasear por el cielo.
Pero no todo era diversión en ese mundo mágico. Pronto descubrieron que una malvada bruja llamada Malicia había hechizado a todos los habitantes, quitándoles sus risas y alegría. Agustín sabía que tenía que hacer algo para ayudar.
Con su risa contagiosa y su bondad infinita, Agustín decidió enfrentarse a la bruja Malicia. Armado con su sonrisa radiante, se acercó valientemente hacia ella y comenzó a hacerle cosquillas sin parar.
La risa de Agustín era tan poderosa que poco a poco fue desvaneciendo el hechizo oscuro de la bruja. La alegría volvió al mundo mágico gracias al coraje y la bondad de Agustín. Los habitantes estaban eternamente agradecidos por haberles devuelto su felicidad perdida.
Después de salvar el mundo mágico, Agustín regresó junto a sus padres en Villa Risas. Todos celebraron su valentía y le dieron las gracias por compartir siempre su risa con el mundo. Desde aquel día, Agustín siguió siendo un niño hermoso, bueno y divertido.
Aprendió que la risa es una herramienta poderosa para traer alegría a las personas más tristes e iluminar cualquier lugar oscuro. Y así, Agustín creció rodeado de risas y alegría, siempre dispuesto a hacer sonreír a los demás.
Su historia se convirtió en un ejemplo inspirador para todos los niños del pueblo, demostrándoles que con bondad y una sonrisa pueden cambiar el mundo. Fin.
FIN.