La risa perdida
En un pequeño pueblo llamado Sonrisas, los habitantes eran conocidos por su contagiosa risa. Sin embargo, un día, algo extraño ocurrió: la risa desapareció. Los niños ya no jugaban, los adultos no hacían chistes y hasta el perro de la esquina dejó de mover la cola. La gente estaba triste y confundida. ¿Qué había pasado con su risa?
Alicia, una niña curiosa con una enorme sonrisa, decidió que algo debía hacerse. "No puede ser que nuestro pueblo se haya vuelto tan serio. ¡Voy a encontrar la risa perdida!" - dijo, mirando a sus amigos, Lucas y Sofía, que estaban jugando sin entusiasmo.
"Pero, ¿cómo se busca una risa?" - preguntó Lucas, encogiéndose de hombros.
"Tal vez podría preguntarle a la señora Flora, la guardiana de las historias antiguas. Ella siempre sabe lo que sucedió en el pasado" - sugirió Sofía.
Así, los tres amigos corrieron hacia la casa de la señora Flora. Cuando llegaron, encontraron a la anciana sentada en su porche, tejiendo un colorido tapiz.
"¡Hola, chicos! ¿Qué los trae por aquí?" - preguntó amigablemente.
"Señora Flora, nuestra risa se ha ido. ¡Ayúdenos a encontrarla!" - exclamó Alicia.
La señora Flora los miró con un brillo en los ojos. "La risa perdida... hmmm, eso es un misterio" - dijo pensativa. "Hace tiempo, un grupo de seres mágicos se las llevó para guardar una parte de la alegría del mundo. Ellos viven al otro lado del Bosque de las Sonrisas. Pero, para entrar, deben encontrar la Llave de la Alegría. ¿Saben dónde está?"
"No, pero podemos buscarla," - respondió Sofía con determinación.
"¿Qué es la Llave de la Alegría?" - preguntó Lucas.
"Es un objeto muy especial que se encuentra en el corazón de la tienda de juguetes olvidados. Una vez que lo encuentren, podría abrir la puerta al mundo donde reside la risa" - explicó la señora Flora.
Los niños se despidieron de la señora Flora y emprendieron el viaje hacia el Bosque de las Sonrisas. Caminando, se encontraron con un camino lleno de sombras y luces.
"Este lugar es mágico, pero da miedo" - dijo Lucas, mirando a su alrededor.
"No hay que tener miedo. ¡Uno, dos, tres! ¡Sonríamos!" - animó Alicia. Los amigos comenzaron a reírse, y al instante, el camino se iluminó.
Al llegar a la tienda de juguetes olvidados, descubrieron que estaba llena de juguetes polvorientos y mágicos. Juguetes que hablaban y jugaban en silencio.
"¿Dónde podemos encontrar la Llave de la Alegría?" - preguntó Sofía a un pequeño robot que estaba apilando bloques de madera.
"Busquen el juguete que cante la canción de la risa. Allí encontrarán la llave" - respondió el robot con tono animado, aunque un poco inquieto.
Los amigos comenzaron a buscar. Encontraron un perro de peluche que intentaba ladrar, una muñeca que hacía muecas y un tren que silbaba, pero ninguno cantaba. Después de un rato, Sofía escuchó un sonido que parecía música, y todas las miradas se dirigieron hacia un viejo tambor en la esquina.
"¡Escuchen!" - dijo Sofía. "Ese tambor parece tener una melodía especial. ¡Intentémoslo!"
Los tres empezaron a tocar el tambor de diferentes maneras. Al tocar en conjunto, el tambor empezó a cantar una alegre melodía que resonaba por toda la tienda. De repente, una luz radiante surgió de dentro del tambor y la Llave de la Alegría apareció ante ellos.
"¡Lo logramos!" - exclamó Alicia, levantando la llave en alto.
"Ahora, vamos a recuperar la risa!" - respondió Lucas, animándose.
Con la llave en mano, los amigos se adentraron en el Bosque de las Sonrisas en busca de la puerta escondida que los llevaría al lugar donde guardaban la risa. Luego de muchas aventuras y desafíos, encontraron la puerta, un enorme arco iris lleno de colores brillantes.
"¡Aquí está!" - gritó Sofía mientras introducía la llave en la cerradura. Con un clic, la puerta se abrió, revelando un mundo lleno de risas, juegos y felicidad.
"¡Vamos!" - gritaron los tres, corriendo hacia el mundo mágico. Allí conocieron a seres que compartían chistes y hacían payasadas sorprendentes. Con cada risa que escuchaban, sentían que la alegría entraba en sus corazones.
Los amigos pasaron un día entero en ese lugar lleno de risas y juegos. Al despedirse, los seres mágicos les regalaron pequeñas botellas repletas de risa que podrían desparramar en su pueblo.
"No olviden que la risa está dentro de ustedes, solo hay que saber encontrarla" - les dijeron al irse.
Cuando regresaron a Sonrisas, llenaron el aire con las botellas. Las risas comenzaron a brotar. Los niños jugaron, los adultos se rieron y hasta el perro movió su cola de felicidad.
"¡Lo logramos! La risa ha vuelto!" - exclamó Alicia, abrazando a sus amigos.
Desde entonces, cada vez que alguien se sentía triste en el pueblo, recordaba el mensaje de los seres mágicos: "La risa está dentro de uno mismo, solo hay que saber buscarla." Y así, el pueblo de Sonrisas nunca volvió a perder su alegría.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.