La Roca de la Esperanza
En un pequeño pueblo a la orilla de un río, los niños solían contar historias sobre una misteriosa roca que aparecía solo en las noches de luna llena. Decían que un ser mitológico llamado Brillaluz se sentaba en su cima y contaba cuentos a todos aquellos que se atrevían a acercarse.
Una noche, cinco amigos: Lía, Tomás, Sofía, Raúl y Martina, decidieron desafi’ar el miedo y ver si las historias eran verdad. A medida que se acercaban a la roca, la luna llena iluminaba el paisaje, creando sombras danzantes a su alrededor.
"¿Estás seguro de que deberíamos estar aquí?" – preguntó Raúl, un poco asustado.
"Vamos, no hay nada que temer, solo es una roca. ¡Y queremos conocer a Brillaluz!" – contestó Lía con una sonrisa.
Cuando llegaron a la roca, se sorprendieron al ver un brillo suave y brillante sobre su superficie. En ese momento, Brillaluz apareció, una criatura de luz brillante, con alas que destellaban como estrellas.
"¡Bienvenidos! He estado esperando su llegada."
Los chicos, asombrados, se miraron entre sí y luego respondieron al unísono:
"¡Hola! ¡Eres real!"
"Sí, soy Brillaluz, y tengo historias para compartir. Pero primero, ¿tienen alguna pregunta?"
Martina levantó la mano:
"¿Por qué solo apareces en noches de luna llena?"
"Porque es cuando la luna y el río se conectan, creando una energía especial. Las historias deben ser contadas en momentos mágicos."
Brillaluz comenzó a narrar cuentos sobre héroes que vencieron dragones, árboles que hablaban y ríos que llevaban sueños. Los niños estaban fascinados y se olvidaron del tiempo. Cuando Brillaluz terminó, les hizo otra pregunta:
"¿Qué es lo que más desean lograr?"
Sofía, entusiasta, dijo:
"Quiero ser artista y pintar el mundo."
"Y yo quiero ser científico y descubrir nuevas cosas" – agregó Tomás.
"Yo quiero ayudar a los animales" – dijo Raúl.
"Y yo quiero escribir historias" – completó Martina.
Brillaluz sonrió.
"Cada uno de ustedes tiene una luz interior. Para que brille, deben trabajar duro y nunca rendirse."
Pero de repente, el brillo de Brillaluz comenzó a desvanecerse. Los niños notaron que la roca comenzaba a agrietarse.
"¿Qué está pasando?" – preguntó Lía, preocupada.
"El río se ha secado. Sin ella, no puedo permanecer aquí mucho tiempo."
Los niños miraron el río, ahora casi desierto. De inmediato, comprendieron que el río también era parte de la magia de Brillaluz.
"Debemos ayudar a que el río vuelva a fluir" – sugirió Sofía.
"¡Sí! Vamos a buscar a todos en el pueblo" – añadió Tomás.
Sin perder tiempo, los amigos corrieron al pueblo y contaron a todos sobre Brillaluz y el estado del río. Los vecinos, emocionados y un poco escépticos, se unieron al grupo para ayudar. Juntos, comenzaron a plantar árboles a lo largo de la orilla del río, aprendiendo sobre la importancia de cuidar la naturaleza.
Día tras día, los niños y los habitantes del pueblo trabajaron codo a codo. Después de semanas de esfuerzo, el río comenzó a brotar de nuevo, llevándose consigo la esperanza y la vida.
En la siguiente luna llena, los cinco amigos regresaron a la roca. Y, como prometió, Brillaluz volvió a aparecer, brillando más que nunca.
"¿Lo lograron?" – preguntó emocionado.
"¡Sí! El río vuelve a fluir gracias a todos!" – exclamaron los niños.
Brillaluz, agradecido, dijo:
"Ustedes han demostrado que la unión y la perseverancia pueden lograr cosas maravillosas. Nunca olviden que cada uno de ustedes es especial y puede hacer la diferencia."
Desde entonces, cada luna llena, los cinco amigos se reunían en la roca, compartiendo historias y cuidando el río. Y con cada relato, la magia de Brillaluz seguía iluminando sus corazones, recordándoles que el verdadero poder reside en ellos y en su amor por la naturaleza.
Y así, la historia de la roca mágica y del ser mitológico se convirtió en una leyenda en el pueblo, enseñando a las generaciones a cuidar de su entorno y a nunca perder la esencia de sus sueños.
FIN.