La Roca de los Sueños
Era una vez, en un pequeño pueblo rodeado de enormes montañas y arroyos cantarines, una niña llamada Valeria. Valeria tenía una gran pasión por la naturaleza y pasaba sus días explorando el bosque cerca de su casa, recogiendo hojas, flores y a veces, piedras curiosas.
Una tarde, mientras exploraba un rincón que nunca había visto, escuchó un zumbido extraño. Intrigada, se acercó y se encontró con algo sorprendente: una pequeña nave espacial de colores brillantes, cubierta de polvo y hojas verdes. De la nave salieron dos alienígenas, de piel amarilla y ojos grandes y expresivos. Uno de ellos, con un par de antenas en la cabeza, se acercó a ella.
"¡Hola, terrícola!" - dijo el alienígena, sonriendo. "Soy Zintar y este es mi amigo Glumi. Venimos de un planeta llamado Valtoria y necesitamos ayuda."
Valeria, aunque un poco asustada, estaba fascinada. "¿Ayuda? ¿De qué tipo?" - preguntó.
Zintar explicó. "En nuestro planeta hay una gran hambruna, y hemos venido a buscar semillas de plantas que podrían salvar a nuestra gente. Pero no queremos robar. Solo queremos pedir ayuda."
Valeria se sintió conmovida por la historia de los alienígenas. "Pueden llevarse las semillas, pero a cambio, quiero que me den algo especial. He soñado toda mi vida con tener una roca mágica que me ayude a hacer crecer plantas en mi jardín. ¿Tienen una roca así?" - propuso.
Glumi, que estaba más emocionado que Zintar, respondió "Sí, sí, tenemos una roca que brilla y hace que las plantas crezcan rápido como un rayo. ¡Es un trato!"
Después de un acuerdo, Valeria y los alienígenas comenzaron a buscar semillas. En su búsqueda, Valeria mostró a Zintar y Glumi algunas plantas autóctonas y les explicó cómo cuidarlas. "Estas semillas son muy especiales porque crecen en esta tierra y se adaptan bien. No todas las plantas funcionarán en su planeta."
Mientras buscaban, Valeria se dio cuenta de que un grupo de agricultores del pueblo estaba teniendo problemas con su cosecha. "Espera, Zintar. Tal vez podamos ayudar a estas personas. Si les traemos algunas de estas semillas, podrían mejorar su cosecha y nosotros podríamos aprender a cultivarlas mejor."
Zintar reflexionó y luego dijo. "Tienes razón, Valeria. Si ayudamos a los agricultores, podemos hacer que tanto ustedes como nosotros prosperen. ¿Te parece?" - le preguntó a Glumi, quien asintió entusiástico.
Juntos, se acercaron a los agricultores y les ofrecieron las semillas. En un principio, los agricultores miraron con desconfianza a los alienígenas.
"¿Por qué deberíamos confiar en ustedes?" - preguntó uno de los agricultores.
Valeria, al ver la situación, intervino. "Estos amigos no son peligrosos. Ellos también quieren ayudar. Su planeta necesita nuestras semillas, y a cambio, ellos nos enseñarán nuevas formas de cultivar. ¡Podemos trabajar juntos!"
Poco a poco, los agricultores comenzaron a interesarse. Después de una reunión, decidieron probar las nuevas semillas. Con la ayuda de Valeria, Zintar y Glumi, plantaron las semillas en un área de cultivo. Todos trabajaron juntos con entusiasmo.
Después de unos días de riego y cuidados, las semillas comenzaron a brotar maravillosamente. Todos quedaron asombrados. "¡Nunca hemos visto crecer nuestras plantas tan rápido!" - exclamaron los agricultores.
Zintar y Glumi no solo habían conseguido las semillas que necesitaban, sino que también habían devuelto felicidad a la comunidad de Valeria. La niña, con la roca mágica en su bolsillo, se sintió feliz.
Cuando llegó el momento de que los alienígenas regresaran a Valtoria, Valeria se despidió.
"Gracias, amigos. Han hecho mucho por mí y por todos. Espero que prospere su civilización con nuestras semillas."
"Nosotros también estamos agradecidos, Valeria. Te llevaremos en nuestro corazón y la roca mágica también estará contigo. Nos has enseñado que ayudar a los demás es la clave para un mundo mejor" – respondió Glumi.
Con un último adiós, Zintar y Glumi subieron a su nave y, mientras se alejaban, Valeria vio cómo la roca en su bolsillo brillaba intensamente. La niña sabía que siempre habría algo especial en la amistad y en ayudar a los demás, y que, aunque fueran de mundos diferentes, todos merecían un poco de amor y bondad.
Y así, cada vez que miraba esa roca en su jardín, Valeria recordaba la extraordinaria aventura que vivió y el poder de la cooperación, que no solo había reunido a dos mundos, sino que también había fortalecido a su comunidad, creando lazos de amistad que durarían para siempre.
FIN.