La Rosa Ama al Sapo
En un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores, había una rosa roja que se llamaba Rosita. Rosita era una flor alegre y llena de vida, y le encantaba bailar con el viento. Sin embargo, había alguien en ese jardín que siempre le llamaba la atención: un pequeño sapo llamado Sebastián.
Un día, mientras el sol brillaba y las mariposas volaban, Rosita miró a Sebastián salteando de una hoja a otra.
"Hola, sapito. Eres muy divertido, ¿no?" - le dijo Rosita con una sonrisa.
"¡Hola, Rosita! Sí, me gusta saltar y jugar. ¿Quieres saltar conmigo?" - respondió Sebastián emocionado.
Rosita dudó un poco, porque ella no podía saltar como Sebastián, pero, intrigada, decidió intentarlo.
"¡Voy a intentarlo!" - exclamó Rosita.
Con una pequeña brisa, Rosita se inclinó hacia adelante y, aunque no saltó, empezó a moverse de un lado a otro, imitando a Sebastián. Desde ese día, ambos amigos comenzaron a pasar más tiempo juntos, creando un hermoso lazo.
Con el paso de los días, Sebastián le contaba historias de sus aventuras en el estanque y de los demás animales que habitaban en el jardín. Rosita se llenaba de alegría al escuchar las historias del sapo.
Un día, mientras {sopla el viento} se agitaba con fuerza, una tormenta se acercó al jardín. Las flores comenzaron a temblar y algunos animales se asustaron.
"¡Rosita! ¡Debemos encontrar un lugar seguro!" - gritó Sebastián, mientras la lluvia comenzaba a caer.
"¡Sí, ven! Voy a esconderme entre las hojas grandes de la planta de al lado" - respondió Rosita, un poco asustada.
Ambos corrieron para refugiarse y, al llegar debajo de las hojas grandes, Rosita empezó a llorar.
"No quiero que nada le pase a nuestro jardín ni a nuestros amigos" - dijo, con gotas de lluvia que caían de sus pétalos.
"No te preocupes, Rosita. Las tormentas pasan y siempre brillará el sol de nuevo!" - la consoló Sebastián.
Finalmente, la tormenta se calmó y, al asomarse, vieron que el sol regresaba a brillar.
"¡Mira!" - exclamó Sebastián. "¡El arcoíris! ¡Es hermoso!" -.
"¡Es verdad! Pero, ¿sabes qué es aún más hermoso?" - preguntó Rosita.
"¿Qué?" - inquirió curiosamente Sebastián.
"Nuestra amistad. Gracias a ti aprendí a ser valiente. Y tú aprendiste a escucharme y cuidarme de la tormenta. Somos un gran equipo, Sebastián" - dijo la rosa, sonriendo con sus pétalos brillantes.
Desde aquel día, la florecita y el sapito pasearon juntos bajo el sol, compartiendo risas y aventuras. Y con cada nuevo día, la lluvia les enseñaba a disfrutar aún más de los días soleados.
Así, entre juegos y risas, Rosita y Sebastián sorprendieron al jardín con su amistad inesperada, dejando claro que la verdadera belleza del jardín no estaba solo en colores, sino en los lazos que formamos, sin importar las diferencias.
Y así, la rosa y el sapo enseñaron a todos que a veces, lo más importante es atreverse a ser amigos, porque la amistad no tiene límites ni barreras.
Fin.
FIN.