La rosa generosa


Había una vez, en un hermoso jardín de la ciudad de Buenos Aires, una pequeña flor llamada Rosa. Esta flor era muy presumida y se creía la más hermosa del lugar.

Todos los días, se miraba en el espejo de agua del estanque y admiraba su delicado color rosado y sus pétalos perfectamente formados. Rosa siempre ignoraba a las demás flores del jardín y nunca les prestaba atención.

Pobres margaritas, tulipanes y girasoles que deseaban ser amigos de Rosa, pero ella solo pensaba en sí misma. Un día soleado, mientras Rosa disfrutaba del calor del sol sobre sus pétalos, llegó un viento fuerte que sopló por todo el jardín.

Las otras flores se agacharon para protegerse, pero Rosa se negó a hacerlo. Ella estaba tan segura de su belleza que no le importaba nada más. El viento sopló cada vez más fuerte y arrancó uno a uno los pétalos de Rosa hasta dejarla completamente desnuda.

Ahí fue cuando comprendió lo equivocada que había estado al despreciar a las demás flores. Desesperada por recuperar su belleza perdida, Rosa decidió pedir ayuda a las demás flores.

Se acercó tímidamente a una margarita y le dijo:"Perdona mi actitud arrogante hacia ti y las demás flores. Me equivoqué al pensar que era superior solo por mi apariencia externa". La margarita sonrió amablemente y respondió:"No te preocupes, todos cometemos errores.

Pero debes aprender que la verdadera belleza no está solo en el exterior, sino en la forma en que tratamos a los demás y cómo nos comportamos". Rosa reflexionó sobre las palabras de la margarita y comenzó a cambiar su actitud.

A partir de ese momento, se convirtió en una flor amable y considerada con todas las demás del jardín. Con el tiempo, Rosa volvió a crecer y sus pétalos rosados volvieron a florecer. Pero esta vez, su belleza era diferente.

Era una belleza interior que irradiaba amor y bondad hacia los demás. Las otras flores se dieron cuenta del cambio en Rosa y la aceptaron como parte de su grupo. Juntas, formaron un hermoso jardín lleno de colores y alegría.

Desde aquel día, Rosa nunca más fue presumida ni despreció a ninguna otra flor. Aprendió que la verdadera belleza radica en ser amable, respetuoso y generoso con los demás.

Y así, la pequeña flor llamada Rosa enseñó al mundo que no importa cuán hermosos seamos por fuera, lo más importante es cultivar nuestra belleza interior para poder compartir nuestro amor con todos aquellos que nos rodean.

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