La rosa mágica



Había una vez en la hermosa sierra de Apurimac, una niña llamada Reinita. Era juguetona e inocente, y su mayor amor eran las plantas. Vivía junto a su mamá, Aurora, en una pequeña casita rodeada de verdes praderas.

Desde muy temprano por la mañana, Reinita salía corriendo por los campos para explorar y descubrir nuevas especies de flores y árboles. Pasaba horas observando cómo crecían y cuidándolas con todo su amor.

Su mamá siempre la acompañaba y le enseñaba el nombre de cada planta que encontraban. Un día, mientras exploraban un bosque cercano, Reinita encontró una semilla diferente a todas las demás que había visto antes. Tenía colores brillantes y parecía tener vida propia.

Sin pensarlo dos veces, Reinita decidió llevarla a casa para plantarla en su jardín. Con mucho cuidado, preparó un pequeño hoyo en la tierra fértil del jardín y depositó allí la semilla especial.

La cubrió con tierra y regó con cariño el lugar donde había sido colocada. Desde ese momento, todos los días visitaba su jardín esperando ansiosa a que esa semilla se convirtiera en algo maravilloso.

Pasaron semanas sin ver ningún cambio aparente en la tierra donde había plantado la misteriosa semilla. Pero Reinita no perdía las esperanzas; sabía que algunas cosas llevan tiempo para florecer. Un día soleado de primavera, cuando Reinita estaba regando sus otras plantas, notó algo asombroso.

En el lugar donde había plantado la semilla, comenzó a brotar una pequeña y delicada planta. ¡Era un capullo de rosa! Reinita saltaba de alegría, emocionada por ver cómo su esfuerzo y paciencia habían dado frutos.

Poco a poco, el capullo se fue abriendo revelando una hermosa rosa de colores vivos y aroma dulce. Era la flor más bella que Reinita había visto en toda su vida. La llamó —"Florita"  y le dedicó todo su amor y cuidado.

El jardín de Reinita se llenó de alegría con la presencia de Florita. Los vecinos venían a admirarla y preguntaban cómo había logrado cultivar una rosa tan especial.

Reinita les contaba con orgullo sobre la semilla misteriosa que había encontrado en el bosque. La historia de Florita llegó a oídos del alcalde del pueblo, quien decidió invitar a Reinita para que cuente su historia en una feria educativa que se llevaría a cabo en la ciudad cercana.

Reinita aceptó emocionada la invitación y junto a su mamá viajaron hasta la feria. Allí, compartieron su experiencia con cientos de personas interesadas en aprender sobre el cuidado de las plantas.

Reinita se convirtió en una inspiración para todos los niños y niñas asistentes, enseñándoles sobre el amor por la naturaleza y lo gratificante que es cuidarla.

Desde ese día, Reinita siguió cultivando flores maravillosas en su jardín, pero nunca olvidaría aquella primera rosa especial que le enseñó el valor de la paciencia y la dedicación. Y así, Reinita siguió corriendo por las verdes praderas, siempre rodeada de plantas y flores que llenaban su vida de alegría y amor.

FIN.

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