La rosa mágica
Había una vez en un pequeño pueblo, una rosa especial y mágica. Esta rosa era diferente a las demás, ya que poseía poderes mágicos que la hacían única en todo el reino. Su delicado perfume tenía el don de sanar y traer alegría a quienes lo inhalaban. La rosa crecía en el jardín de la bondadosa señora María, una anciana sabia y amorosa que cuidaba de ella con esmero. La señora María sabía del poder de la rosa, y por eso la protegía con gran cuidado de todas las personas que intentaban dañarla.
Un día, un niño llamado Martín escuchó la leyenda de la rosa mágica y decidió visitar el jardín de la señora María para verla con sus propios ojos. Al llegar, quedó maravillado por la belleza de la rosa y por el aroma embriagador que desprendía. —¡Qué hermosa eres! —exclamó Martín, extasiado. La señora María salió al jardín y le explicó al niño el gran poder que poseía la rosa. —Solo aquellas personas con un corazón puro y noble podrán beneficiarse de su magia —dijo la anciana. Martín, con sincera curiosidad, preguntó cómo podía demostrar que su corazón era puro. La señora María le dijo que la rosa misma lo sabría.
Desde ese día, Martín visitaba diariamente la rosa mágica, cuidando de ella con cariño y respeto. Jugaba y conversaba con la flor, contándole sus sueños e ilusiones. Pasaron los días, y la rosa demostró un gran cariño por Martín, regalándole una sonrisa con cada rayo de sol que tocaba sus pétalos. Un buen día, un malvado mago oscuro se enteró del poder de la rosa mágica y decidió robarla para usar su magia con fines egoístas.
El mago oscuro aprovechó la oscuridad de la noche para infiltrarse en el jardín de la señora María y arrebatar la rosa mágica. Escapó rápidamente hacia su mazmorra, convencido de que finalmente tenía en su poder la fuente de un poder ilimitado. Sin embargo, al intentar usar el perfume de la rosa, no ocurrió nada. El mago oscuro, lleno de ira, no comprendía por qué la rosa no manifestaba su magia para él.
Mientras tanto, Martín, al ver que la rosa había desaparecido, decidió emprender su búsqueda. Siguiendo su corazón, encontró al mago oscuro en su mazmorra. Con valentía y astucia, logró quitarle la rosa mágica y escapar. De vuelta al jardín de la señora María, la rosa volvió a desplegar su magia, sanando a todos los habitantes del pueblo y devolviendo la alegría a sus corazones. La señora María, orgullosa y emocionada, abrazó a Martín y a la rosa mágica con infinita gratitud. Desde ese día, el pueblo entero cuidó de la rosa mágica, recordando siempre el valor de proteger aquello que es especial y único. Y Martín, convertido en un héroe, supo que el verdadero poder de la rosa mágica no residía en sus pétalos, sino en el amor y la bondad que inspiraba en aquellos que la apreciaban.
FIN.