La Sabiduría de Santo Tomás
En un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Lucas soñaba con ser muy sabio un día. Cada tarde, se sentaba bajo un enorme árbol de eucalipto y pasaba horas leyendo libros que encontraba en la biblioteca del pueblo. Sin embargo, sabía que había algo que le faltaba: un verdadero maestro. Un día, mientras leía, se le apareció un hombre de aspecto amable y sabio. Era Santo Tomás de Aquino.
"Hola, joven lector. ¿Qué es lo que buscas con tanto fervor?" - preguntó Santo Tomás, sonriendo.
"Quiero aprender todo lo que pueda para ser una persona sabia y ayudar a los demás" - respondió Lucas, entusiasmado y un poco asustado.
"Entonces, ¿por qué no empiezas conversando conmigo?" - dijo Tomás mientras se sentaba junto a él.
Con un asombro palpable, Lucas asintió. "¿Cómo puedo hacer para aprender mejor?" - preguntó Lucas.
"La curiosidad es el primer paso hacia el conocimiento. Debés preguntar y nunca dejar de cuestionar lo que ves a tu alrededor. La mente es como un jardín; necesita ser cultivado con las preguntas correctas" - explicó Santo Tomás.
Lucas sonrió. "¿Y cómo sé cuáles son las preguntas correctas?" - inquirió, intrigado.
"Observa el mundo. Escucha a los demás. A veces, las mejores preguntas surgen de las situaciones cotidianas. También es importante aprender a escuchar tanto como a hablar" - añadió Tomás mientras señalaba un grupo de pájaros que aleteaban en las ramas.
"Entiendo, pero tengo miedo de hacer preguntas tontas" - admitió Lucas, un poco desanimado.
"No hay preguntas tontas, sólo respuestas que nos enseñan. Cada pregunta que hacés es una semilla que florecerá en comprensión. Recordá lo que te digo hoy: el único error es no preguntar" - respondió Tomás con elocuencia.
La conversación siguió, y Tomás le contó sobre diversos temas: la importancia de la amistad, el valor de la honestidad y el papel de la perseverancia.
"A veces, el camino hacia el conocimiento puede parecer difícil y agotador. Pero no te desanimes. Recordá que cada pequeño paso te acerca a tu meta, como un niño que aprende a caminar" - aconsejó Tomás, levantando una mano hacia el cielo.
Lucas se sintió inspirado. "¿Y si algún día me siento perdido?" - preguntó con un tono de preocupación.
"Siempre habrá alguien dispuesto a ayudarte, Lucas. La sabiduría también se encuentra en los demás. Forma conexiones con quienes te rodean, y compartan sus conocimientos" - respondió Santo Tomás sabiamente.
El sol empezaba a ocultarse, pintando el cielo de tonos anaranjados y violetas. Lucas miró a su alrededor, lleno de gratitud.
"Gracias, Santo Tomás. No sabía que aprender podía ser tan emocionante. Prometo seguir tus consejos" - dijo el niño con determinación.
"Recuerda, Lucas: la educación es un viaje que nunca termina. Cada día, cada experiencia es una nueva lección. Y si querés ser realmente sabio, nunca dejés de aprender y compartir lo que sabes con los demás" - concluyó Tomás, antes de desvanecerse en el aire como un suave susurro.
Desde ese día, Lucas se dedicó a aprender y a hacer preguntas. Se convirtió en un niño curioso y respetado en su comunidad. No sólo se enfocaba en los libros, sino que también conversaba con las personas mayores del pueblo, quienes le compartían sus historias.
Con el tiempo, Lucas no solo se volvió sabio; también se convirtió en un maestro para otros niños, enseñándoles que la educación no era un destino, sino un viaje lleno de descubrimientos y aprendizajes. Y en cada rincón del pueblo, la semilla de la curiosidad floreció en corazones ansiosos por aprender, gracias a la sabiduría de Santo Tomás y a la dedicación de Lucas.
FIN.