La Sal de Betania
¡Parte 1: La Sal! ¡Había una vez un pequeño pueblo llamado Betania! En ese pueblo vivía una niña llamada María. María amaba escuchar las historias de su abuelo, un sabio anciano que siempre tenía una sonrisa en su rostro. Un día, María le preguntó a su abuelo:
"Abuelo, ¿por qué siempre sonríes cuando me cuentas historias?"
El abuelo se rió suavemente y le respondió:
"Querida María, la vida es como un gran cuento, lleno de aventuras y sorpresas. Y las sonrisas son como la sal en la comida, ¡le dan sabor a todo!"
María pensó en lo que había dicho su abuelo y se dio cuenta de que cada historia era una diferente aventura en sí misma.
Un día, mientras paseaba por el campo en busca de flores, María encontró un extraño objeto brillante. Era un pequeño frasco lleno de sal.
"¿Qué será esto?" se preguntó.
Decidida a descubrir su origen, corrió de vuelta a casa.
"¡Abuelo! ¡Mira lo que encontré!" exclamó, mostrando el frasco.
El abuelo miró detenidamente el frasco y sonrió.
"Eso, querida, es sal mágica. Dicen que quien posea este frasco podrá traer alegría a la vida de otros, pero deben usarla con sabiduría."
María, emocionada, decidió que iba a probar la sal de inmediato.
Al día siguiente, vio a su vecina Rosa, que siempre se encontraba triste porque no podía vender muchas flores. María corrió a su casa y le dijo:
"¡Hola, Rosa! Vení, tengo algo que te va a ayudar."
Rosa miró a María con curiosidad y siguió a la niña. María vertió una pizca de sal en el agua de las flores que Rosa tenía.
"Ahora, ¡habla con tus flores!" dijo María.
Rosa pensó que era una tontería, pero decidió intentarlo:
"¡Vamos, flores! ¡Hoy queremos ser las más hermosas!"
Para sorpresa de ambas, las flores comenzaron a brillar y parecían más coloridas que nunca.
"¡María, esto es increíble!" exclamó Rosa, llena de alegría.
Desde ese día, las ventas de Rosa comenzaron a mejorar, y la sonrisa volvió a su rostro.
María se sintió feliz de haber ayudado a su vecina y decidió que usaría la sal mágica para ayudar a más personas.
Así fue como, cada día, la niña visitaba a alguien en el pueblo, derramando un poco de sal aquí y allá, y llenando de alegría el corazón de quienes conocía.
Sin embargo, un día llegó al pueblo un misterioso viajero que también había oído de la sal mágica.
"Esa sal es muy poderosa, niña. Pero, ¿sabes que también puede hacer daño si caes en manos equivocadas?" dijo el viajero, con una mirada seria.
María se asustó un poco, pero el viajero continuó:
"Te aconsejo que la uses con cautela y que cada vez que ayudes a alguien, lo hagas desde el corazón, sin pedir nada a cambio."
Esa noche, María debatió con su abuelo sobre lo que le había dicho el viajero.
"Abuelo, ¿crees que podría pasar algo malo si sigo usando la sal?"
El abuelo, con su mirada sabia, respondió:
"La intención es lo que cuenta, María. Si haces el bien y actúas con amor, seguro todo saldrá bien. Pero siempre es bueno estar atenta a las advertencias."
Con el corazón lleno de valor y determinación, María decidió seguir usando la sal, pero ahora con un nuevo propósito.
Quería no solo ayudar a otros, sino también aprender de ellos, porque sabía que las mejores historias se construyen con experiencias compartidas.
Esa misma semana, conoció a un niño llamado Tomás, quien era nuevo en el pueblo. Tomás era tímido y no tenía amigos. Entonces María se acercó:
"¡Hola, Tomás! ¡Te invito a jugar!"
Tomás sonrió débilmente y aceptó la invitación. María sacó su frasco de sal y, mientras jugaban, ella le contó sobre la magia de la sal y cómo podía ayudar a los demás.
"Nunca había escuchado algo como esto antes", dijo Tomás, con los ojos brillando.
María le ofreció un poco de sal y juntos hicieron un pacto: cada vez que ayudasen a alguien, compartirían un poco de la sal mágica. Y así, formaron una hermosa amistad.
Tomás se llenó de confianza y junto a María, comenzaron a ayudar a otros niños del pueblo que se sentían solos.
Con el tiempo, el pueblo de Betania se llenó de risas y alegrías. María entendió que la sal no solo era un ingrediente especial, sino un símbolo de las conexiones, las amistades y el amor que compartían.
Pero, ¿qué sucederá cuando descubran que la sal comienza a escasear? ¿Podrán seguir adelante con su misión de ayudar a otros en Betania?"Eso se los contaré la próxima vez", dijo el abuelo, guiñándole un ojo a María.
Y así, María aprendió que cada historia tiene su sal y que los mejores capítulos se llenan de amor y generosidad.
FIN.