La sala de los cuadros encantados


Había una vez, en la hermosa ciudad de Santa Fe, un grupo de amigos de sexto grado que estaban muy emocionados por su excursión al Museo Histórico. Los chicos se llamaban Lucas, Martina, Juan y Valentina.

Al llegar al museo, quedaron maravillados con todas las exposiciones y objetos antiguos que había. Pero mientras recorrían las salas, se dieron cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo. Las luces comenzaron a parpadear y los objetos empezaron a moverse solos.

Asustados, los amigos corrieron hacia una sala oscura para esconderse. Al entrar, se encontraron con una puerta misteriosa. Sin pensarlo dos veces, decidieron abrirla y descubrieron un pasillo secreto que los llevó a otra parte del museo.

Mientras avanzaban por el pasillo oscuro, escucharon risas fantasmales y vieron sombras moviéndose entre las paredes. Los chicos temblaban de miedo pero sabían que debían seguir adelante para encontrar la salida.

De repente, llegaron a una sala llena de cuadros encantados donde los fantasmas parecían cobrar vida propia. Uno de ellos era el fantasma del pintor más famoso de Santa Fe quien les dijo: "No tengan miedo niños, solo queremos divertirnos".

Los amigos comprendieron que los fantasmas solo buscaban compañía y deciden jugar junto a ellos en lugar de huir asustados. Juntos jugaron al escondite entre las salas del museo tenebroso mientras reían sin cesar.

Después de varias horas jugando con los fantasmas amigables, los chicos preguntaron cómo podían salir del museo y regresar a casa. Los fantasmas les dijeron que había una llave mágica escondida en una sala secreta. Siguiendo las indicaciones de los fantasmas, los amigos encontraron la sala secreta y hallaron la llave mágica.

Al ponerla en la puerta principal, esta se abrió revelando un hermoso jardín iluminado por el sol. Los chicos salieron corriendo hacia la libertad mientras se despedían de sus nuevos amigos fantasmales.

Ellos les agradecieron por el maravilloso día lleno de aventuras y risas. De regreso en casa, Lucas, Martina, Juan y Valentina contaron emocionados a sus padres sobre su experiencia en el museo tenebroso con los fantasmas amigables.

Todos quedaron sorprendidos pero felices de que los niños estuvieran sanos y salvos. Desde aquel día, cada vez que visitaban otro museo o lugar histórico recordaban aquella increíble aventura con los fantasmas del Museo Histórico de Santa Fe.

Aprendieron que no siempre lo desconocido es algo malo y que muchas veces hay amistades inesperadas esperándonos en lugares extraños. Y así termina nuestra historia llena de valentía, amistad y aprendizaje.

Los amigos nunca olvidarán su excursión al Museo Histórico donde conocieron a unos fantasmagóricos pero simpáticos compañeros de juegos.

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