La salvadora de la feria



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Estrellada, una niña llamada Luna.

Luna era conocida por ser muy buena y amable con todos, pero tenía un pequeño problema: le encantaba contar historias ¡todo el tiempo! Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Luna se encontró con su amiga Lila. - ¡Hola Luna! ¿Cómo estás? -saludó Lila. - ¡Hola Lila! Estoy muy bien, gracias. Sabes qué me pasó hoy... -empezó a contar Luna.

Lila sonrió y escuchó atentamente la historia de Luna sobre cómo había encontrado un gatito en apuros y lo había ayudado a regresar a su casa.

Después de un rato, Lila tuvo que irse y Luna siguió caminando por el parque. Mientras tanto, en el otro extremo del pueblo, dos hermanos traviesos llamados Tomás y Mateo estaban planeando hacer una travesura en la feria que se celebraría ese fin de semana.

Querían pintarrajear los puestos de comida para asustar a los vendedores. Esa misma tarde, Luna escuchó a Tomás y Mateo hablando sobre su malvado plan en la plaza del pueblo. - ¡Tenemos que detenerlos! -pensó Luna alarmada.

Decidió contarle todo a su amiga Lila para buscar juntas una solución al problema. - ¡Lila! Necesito contarte algo muy importante -dijo Luna emocionada. Luna le explicó a Lila sobre el plan de Tomás y Mateo para arruinar la feria.

Juntas idearon un plan para evitarlo: hablarían con los vendedores y les advertirían sobre lo que los hermanos tramaban. El día de la feria llegó y Luna y Lila estaban listas para actuar.

Fueron de puesto en puesto contando lo que sabían e impidiendo así que Tomás y Mateo llevaran a cabo su travesura. Los vendedores estaban agradecidos por la advertencia y pudieron disfrutar de la feria sin preocupaciones.

Al final del día, todos en Villa Estrellada felicitaron a Luna por haber evitado el desastre en la feria. - ¡Gracias por ser tan valiente y oportuna! -le dijo uno de los vendedores. Luna sonrió feliz sabiendo que había hecho algo bueno por su comunidad gracias a sus habilidades como relatona.

Aprendió que contar historias no solo podía entretener, sino también ayudar a prevenir problemas si se usaba adecuadamente. Desde entonces, Luna siguió siendo una niña buena pero aprendió a controlar mejor sus ganas de relatar todo lo que pasaba a su alrededor.

Y cada vez que quería contar algo emocionante o importante, sabía exactamente cuándo era el momento adecuado para hacerlo.

FIN.

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