La Sardina Mágica de Luis
En un rincón verde y vibrante de la selva amazónica, vivía Luis, un niño lleno de alegría y curiosidad. Él compartía su hogar humilde con sus padres y dos hermanos, Matías y Sofía. Cada día era una nueva aventura, pero el sábado era su día favorito: ¡era el día de pesca!
Una mañana soleada, Luis y su familia se prepararon con sus cañas y cestas. Mientras caminaban hacia el río, Luis dijo emocionado:
"¡Hoy vamos a pescar las sardinas más grandes, justo como las que sueña papá!"
Su padre sonrió y le respondió:
"Sí, pero lo más importante es disfrutar el tiempo juntos. Recuerda, hijo, la pesca es una lección de paciencia."
Llegaron al río y comenzaron a lanzar sus anzuelos. Después de un rato, Sofía gritó:
"¡Tengo algo! ¡Es una sardina enorme!"
Pero cuando la sacó del agua, todos se quedaron boquiabiertos. Era una sardina brillante, con escamas de colores que relucían a la luz del sol.
"Miren esto, es hermosa", dijo Matías, intrigado.
"Esperen, esto no es una sardina común", advirtió Luis. "Creo que es mágica".
La sardina empezó a hablar con una voz suave y melodiosa:
"¡Hola, pequeños! Soy la Sardina Mágica. Puedo conceder un deseo, pero hay una condición: debes seguir siendo un buen niño y una buena persona. ¿Qué desean?"
Luis, emocionado pero consciente de la responsabilidad, pensó por un momento.
"¡Quiero un río lleno de pescados para siempre! Así nunca faltará comida en nuestra casa!"
La sardina sonrió.
"Eso está bien, pero recuerda, el río también debe quedarse limpio y sano. ¿Prometes cuidar de él y no desechar basura?"
Luis asintió con la cabeza:
"Prometo que siempre cuidaré del río."
La sardina nadó en círculos, y de repente, un brillo iluminó el río. Al instante, el agua comenzó a llenarse de peces de todos los colores y tamaños.
"¡Increíble!", exclamó Matías.
Sin embargo, con el tiempo, Luis comenzó a notar que algunos de los pescadores de la comunidad, al ver la abundancia de peces, empezaron a desatender la limpieza del río. Echaron plásticos y desechos, y Luis se sintió preocupado.
"¡Papá! ¡Los vecinos están ensuciando el río! Si seguimos así, perderemos la magia de la sardina!"
Su padre lo miró y le dijo:
"Debemos hablar con ellos, Luis. La pesca es un regalo, y cuidar de la naturaleza es nuestra responsabilidad."
Luis decidió actuar. Un día después de la pesca, se subió a una roca y gritó:
"¡Vecinos! ¡Vengan a ver el río! ¡Es nuestro tesoro, y debemos protegerlo!"
Algunos se acercaron curiosos.
"¿Qué querés decir, Luis?" preguntó uno de ellos.
"La sardina mágica nos ha dado peces, pero si no cuidamos el agua, podríamos perderlo todo. ¡Debemos mantener el río limpio!"
Luis comenzó a organizar jornadas de limpieza con sus amigos. Con cada ayuda y esfuerzo, más miembros de la comunidad se unieron a su causa.
"¡Es verdad! No podemos permitir que nuestra codicia nos haga olvidar la bondad."
Con el tiempo, el río se volvió más limpio y hermoso. Al ver la dedicación de Luis y su familia, la sardina mágica apareció una vez más.
"Luis, has demostrado que ser un buen niño significa cuidar de los demás y de tu hogar. Te agradezco por cuidar del río. Ahora, en la comunidad, los peces nunca faltarán, y la magia del río estará a salvo siempre que lo cuiden juntos."
Luis sonrió y, sintiendo una gran responsabilidad, dijo:
"¡Gracias, sardina! Prometo seguir cuidando de nuestra selva y enseñar a otros a hacerlo también."
Desde ese día, Luis no solo pescó, sino que también se convirtió en un defensor del medio ambiente. Sus hermanos, sus padres y todos en la comunidad aprendieron la lección más valiosa: que ser buenos y cuidar de la naturaleza era el verdadero regalo de la sardina mágica.
Y así, Luis y su familia vivieron felices, rodeados de abundancia y aprendieron que la verdadera magia radica en la bondad y el amor por el entorno.
Fin.
FIN.