La selva de las maravillas
Había una vez en la selva, un león llamado Leo. Era el rey de todos los animales y siempre se despertaba muy temprano para comenzar su día. Pero esta mañana en particular, algo extraño sucedió.
Cuando Leo abrió sus ojos, sintió tanta energía dentro de él que no pudo contenerse y soltó un rugido tan fuerte que retumbó por toda la selva.
Los demás animales fueron despertados de golpe por el estruendo y rápidamente corrieron hacia donde estaba el león. - ¡Leo! ¿Estás bien? - preguntó preocupado Simón, el mono travieso. - Sí, estoy perfectamente bien - respondió Leo con una sonrisa-. Solo me sentía muy emocionado y necesitaba liberar mi energía.
Los demás animales se miraron entre sí confundidos. No entendían cómo alguien podía sentirse tan emocionado al comienzo del día. - ¿Pero qué te tiene tan emocionado? - preguntó Anita, la cebra curiosa.
Leo se acercó a ellos y les explicó:- Ayer estuve pensando mucho sobre nuestras vidas aquí en la selva. Me di cuenta de que cada uno de nosotros es especial y único a su manera.
Y eso me llena de emoción porque significa que todos tenemos algo importante que ofrecer al mundo. Los animales escuchaban atentos las palabras del león mientras reflexionaban sobre lo que había dicho. - Nunca antes había pensado en eso - admitió Luisa, la jirafa amigable-.
Siempre he estado ocupada tratando de ser como los demás animales más altos y elegantes. - Y yo siempre he tratado de ser más rápido que todos - dijo Rodrigo, el puma valiente-.
Pero si cada uno es especial a su manera, tal vez no necesite compararme con los demás todo el tiempo. Leo asintió y continuó:- Exactamente. Todos tenemos habilidades únicas que nos hacen especiales. Solo necesitamos descubrirlas y compartirlas con el mundo. Así podemos construir una selva más fuerte y unida.
Los animales comenzaron a sentirse inspirados por las palabras del león. Empezaron a pensar en todas las cosas maravillosas que podían hacer si se aceptaban a sí mismos tal como eran.
- ¡Voy a usar mi cola para pintar cuadros! - exclamó Pedro, el pavo real creativo. - ¡Y yo voy a cantar canciones para alegrarles el día a todos! - agregó Marta, la tucán melodiosa.
Uno por uno, los animales compartieron sus ideas sobre cómo podrían contribuir al bienestar de la selva. Juntos, comenzaron a trabajar en proyectos emocionantes que aprovecharan sus talentos individuales. Con el tiempo, la selva se llenó de coloridos cuadros pintados por Pedro y hermosas melodías cantadas por Marta.
Cada animal encontró su propósito y todos vivieron felices sabiendo que eran valiosos tal como eran.
Desde aquel día en adelante, Leo siguió despertándose temprano pero esta vez en lugar de rugir fuerte lo hacía para darles la bienvenida al nuevo día con un gran abrazo grupal. La moraleja de esta historia es que cada uno de nosotros tiene algo especial que ofrecer al mundo. No necesitamos compararnos con los demás, sino aceptarnos y valorarnos tal como somos.
Todos somos importantes y únicos, ¡y juntos podemos hacer cosas maravillosas!
FIN.