La Semilla Mágica



Había una vez, en un pequeño y bullicioso pueblo llamado Villa Esperanza, una viejita llamada Doña Rosa. Era conocida por su amabilidad y su gran corazón, pero la verdad era que Doña Rosa vivía en la pobreza. Siempre la veías barrer la vereda de su casa o vendiendo flores que ella misma cultivaba en su pequeño jardín.

Un día, mientras Doña Rosa paseaba por el mercado, un hombre misterioso se le acercó.

"¿Cómo va, doñita?" - le preguntó el hombre, con una sonrisa.

"Hola, joven. Aquí ando, buscando un poco de comida para hoy." - respondió Doña Rosa con tristeza.

El desconocido, que parecía un viajero de tierras lejanas, le entregó una servilleta blanca que brillaba con una luz especial.

"Toma esto, querida señora. Con esta servilleta, podrás comer lo que desees. Solo tienes que pensar en un platillo y decir su nombre en voz alta." - le explicó el misterioso hombre.

Doña Rosa no lo podía creer. Rápidamente probó la magia de la servilleta:

"¡Quiero un buen guiso de papas!"

Al instante, el delicioso guiso apareció en su mesa.

Desde ese día, la viejita disfrutó de manjares todos los días. Sus vecinos la visitaban y la llenaban de cariño cuando les contaba sobre la servilleta mágica.

Pero un día, mientras estaba preparando un festín con la servilleta, vio que no funcionaba más.

"Oh, no. ¿Qué haré sin mi servilleta mágica?" - lamentó Doña Rosa.

Desesperada, salió a buscar ayuda. Mientras caminaba, se encontró con un anciano que estaba sentado en un banco.

"¿Qué te pasa, querida?" - le preguntó el anciano.

"He perdido mi servilleta mágica y ahora no tengo cómo comer. ¡Era mi única fuente de comida!" - respondió Doña Rosa.

El anciano, con una mirada comprensiva, le dijo:

"Te entiendo. Pero, a veces, las verdaderas riquezas no vienen de la magia sino de nuestro propio esfuerzo. Aquí, toma esto." - y le entregó una pequeña semilla.

"Es una semilla de frijoles. Si la plantas y la cuidas, te dará alimento para mucho tiempo."

Doña Rosa tomó la semilla, un poco escéptica pero con esperanza.

"¿Estás seguro que esto funcionará?" - preguntó.

"Solo intenta. A veces, las mejores cosas requieren un poco de trabajo." - dijo el anciano con una sonrisa.

Con fe, Doña Rosa volvió a su casa y plantó la semilla en su jardín. Luego, todos los días, la regaba y le hablaba a la planta. Pasaron los días y, para su sorpresa, una hermosa planta creció, tan alta que parecía tocar el cielo.

Un día, por la mañana, la planta comenzó a florecer, y no solo dio frijoles, sino que también le ofreció muchas frutas y verduras.

- “¡Mirá lo que creció! ¡Es más de lo que podría imaginar! ” - exclamó Doña Rosa, feliz.

En poco tiempo, ella no solo disfrutaba de alimentos frescos y saludables, sino que comenzó a compartirlos con sus vecinos en necesidad. Su casa se llenó de risas y alegría.

Los vecinos, sorprendidos, le preguntaron:

"¿Cuál es tu secreto, Doña Rosa?" -

"El secreto está en no rendirse nunca. A veces lo que necesitamos está a nuestro alrededor, solo hay que buscarlo y ponerle un poco de cariño y esfuerzo." - respondió ella con sabiduría.

Y así, Doña Rosa no solo se hizo famosa por su hermoso jardín, sino que también por su generosidad y la inspiración que brindaba a otros.

Nunca olvidó la lección que aprendió de la semilla: que a través del trabajo y la dedicación, se pueden obtener grandes cosas, más allá de cualquier magia.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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